viernes, 27 de septiembre de 2013

Unidad de Fe, Jerarquía y Litúrgia o ¿"Juntos" dentro de una iglesia? ¿La Iglesia Una o la iglesia del rejunte?

   En la audiencia general del día de hoy, 25 septiembre 2013 según nos informa la oficina de prensa de la Santa Sede (VIS), hemos leído la noticia de la catequesis que se realizó en este día en la audiencia general de los miércoles en la que participaron 40,000 personas.
 Francisco como siempre ha venido a traer alguna novedad más. Se habló acerca de la unidad de la Iglesia y una de las frases que trae la noticia dice así:
  "En el Credo, ha dicho, profesamos la fe en la Iglesia que es una es decir que la Iglesia es única y es en sí misma unidad, aunque esté esparcida en todos los continentes." Hasta aquí las palabras deBergoglio.
  Fijemos la atención a sus palabras, nuevamente volvemos a los lugares frecuentes de la Iglesia conciliar, en sus herejías, las palabras de confusión, pues donde hablan de aquella verdad que expresa el Credo, de la unidad de la Iglesia, ahí coloca nuevamente, la gran confusión acerca de la unidad, Unidad, nota esencial de la Iglesia Verdadera, confundiéndola con la unidad física, de la manera en que las sectas están separadas.
  Esa unidad física, que por más que esas sectas se encuentren separadas, en nada afectan la unidad esencial de la Iglesia.
  Expresa nuevamente, de manera similar y confusa, la doctrina de Juan Pablo II en su encíclica Ut unum sint (Para que sean uno).
  Nuevamente se habla de separación, dispersión de la Iglesia, de falta de unidad, y aquí le escuchamos de una manera explícita: "en el credo" (ojo el Credo habla de la Unidad esencial, una de las notas de la Iglesia Verdadera);
  Ha dicho: así como se profesa en el credo, “profesamos la fe en la Iglesia que es una es decir que la Iglesia es única”, aquí encontramos ya una palabra nueva, una palabra de confusión: la Iglesia es única, yo soy único, usted es único, mi perro es único, aquella secta es única, pero eso de ninguna manera expresa la unidad de la Iglesia.
  El continúa, "y es en sí misma unidad porque aunque esté esparcida en todos los continentes"
  La segunda cuestión abordada por Francisco -dice el noticiero- ha sido la de las heridas a esta unidad, porque -lo cita- "a veces surgen incomprensiones, conflictos, tensiones y que la hieren y entonces la Iglesia no tiene el rostro que quisiéramos, no manifiesta la caridad y lo que Dios quiere, somos nosotros los que creamos rupturas y si miramos a las separaciones que todavía hay entre los cristianos (escúchese bien), católicos ortodoxos, protestantes, sentimos la fatiga de lograr que esta unidad sea plenamente visible, es necesario buscar y construir la comunión, educarnos a ella y a superar incomprensiones y divisiones, nuestro mundo necesita unidad, reconciliación, comunión, y la Iglesia es casa de comunión" nuevamente encontramos acá, ese dogma de la Iglesia conciliar,  de que La Iglesia, la Iglesia Católica, no tiene Unidad y Ella es culpable de no haberla logrado. Quiere decir entonces, traduciendo este embuste, que se confunde la unidad esencial de la Iglesia (la que niega que tengamos), con la falta de unidad física a la que se refiere, y nosotros todavía, los católicos, somos los culpables de esta separación.
   Citando la Carta de San Pablo a los Efesios, Francisco ha reiterado que para conservar la unidad hacen falta “humildad, dulzura, magnanimidad y amor” pero que ésta no es, en primer lugar, fruto de nuestros esfuerzos sino que procede del Espíritu Santo que recrea constantemente la Iglesia y es artífice de “la unidad en la diversidad, porque el Espíritu Santo es armonía”. Con esto cubrirá de un manto de obra divina el falso ecumenismo, a donde el artífice será la Tercera Persona de la Santísima Trinidad! “Unidad en la Diversidad”.
   Para llamar la atención sobre esto, hemos querido escribir este pequeño artículo citando las enseñanzas claras del Catecismo Mayor de San Pío X, las Lecciones de Apologética, Padre Marín Negueruela, y el Magisterio de la Iglesia, con la Encíclica Mortalium Animos del Papa Pío XI que nos va a dar mayor claridad, en la enseñanza cierta de la Iglesia, a cerca de la unidad, y a cerca del verdadero Ecumenismo, es decir, como debe ser el concepto correcto del deseo, de que el hereje o cismático vuelva al seno de la Iglesia.

En el Catecismo Mayor de San Pío X, se expresa de una manera clara:
 En la pregunta 156 ¿Como puede distinguirse la Iglesia de Jesucristo de tantas sociedades o sectas fundadas por los hombres y que se dicen cristianas?
 Responde: Entre tantas sociedades o sectas fundadas por los hombres que se dicen cristianas puede ser fácilmente distinguida verdadera Iglesia de Jesucristo por sus cuatro notas porque sólo ella es Una, Santa, Católica y Apostólica.
  En la pregunta 157¿Porqué la Iglesia verdadera es Una?
 Responde: la Iglesia Verdadera es Una, porque sus hijos de cualquier tiempo y lugar, están unidos entre sí en una misma fe, un mismo culto, una misma ley y en la participación de unos mismos sacramentos, bajo una misma cabeza visible, el Romano Pontífice.
  Y en la pregunta 158¿No podría haber más iglesias?
Responde: No. No puede haber más iglesias, porque así como no hay más que un solo Dios, una fe y un solo bautismo, así no hay ni puede haber más que una sola y verdadera Iglesia.
  Pregunta 159 ¿Pero no se llaman también iglesias los fieles unidos de una nación o diócesis?
  Responde: Se llaman también iglesias los fieles unidos de una nación o diócesis, pero con todo eso no son sino partes de la Iglesia universal, con la que forman una sola iglesia.

 Del libro Lecciones de Apologética, del Padre Nicolás Marín Negueruela, (Lección 82, art.2°), Unidad de la Verdadera Iglesia de Jesucristo.
 Definición. Unidad de la Iglesia, es la unión de todos los fieles en la profesión de la misma fe, en la obediencia a los mismos pastores y en la recepción de los mismos sacramentos.
 División. La Unidad se divide en doctrinal, jerárquica y litúrgica, puesto que la Iglesia es una sociedad visible, cuyos miembros están unidos entre sí, por el triple vínculo de doctrina, régimen y culto.
 Necesidad. Tesis: La Verdadera Iglesia de Jesucristo, ha de ser una comunidad doctrinal, jerárquica y litúrgica. La Escritura, la Tradición y la razón lo exigen.
 1°. Escritura.
 A)Metáforas: Jesucristo llama a su Iglesia reino, rebaño, redil, casa, campo y viña. Metáforas que suponen un rey, un pastor, un dueño, una sociedad visible única y una.
 Oración de Jesucristo.
 B) En la oración que Jesucristo hizo al Padre inmediatamente antes de su pasión dícele rogando por su Iglesia:
 20. “más no ruego por estos solamente, sino también por los que creen en Mí, por la palabra de ellos:
 para que sean todos una cosa; como tú oh Padre (estás) en mí y yo en ti; para que también sean ellos en nosotros una cosa; para que el mundo crea que tú me enviaste.
Y yo, la gloria que me has dado, les he dado; para que sean una cosa como también nosotros somos una cosa. Yo en ellos, y tu en mi, para que sean consumados en una cosa"
 Luego siendo la oración de Jesús infalible:
 1°. la Iglesia es una misma cosa, un mismo organismo social con una misma fe, un mismo gobierno y un mismo culto.
 2° Esta unidad es gloria y ornamento de la Iglesia, que la distingue de las confesiones falsas.    
 3° Por esta unidad, el mundo puede conocer que Jesucristo, fundador de la Iglesia, es el enviado de Dios.
  C) Autoridad de los apóstoles.
   Jesucristo da a sus apóstoles la triple potestad jerárquica: de magisterio gobierno y orden en la Iglesia: “Dada me ha sido”… hacer esto en memoria mía…” y los fieles tienen obligación de someterse a esa triple potestad bajo pena de condenación: “quien creyere y fuere bautizado será salvo: más el que no creyere, será condenado.
Pero el Evangelio de Jesús es uno, unos son sus mandamientos y unos sus sacramentos. Luego los cristianos han de creer el mismo Evangelio, han de obedecer a los mismos superiores y han de recibir los mismos sacramentos o sea han de estar unidos por el triple vínculo de Fe, gobierno y sacramentos. La Iglesia, por tanto, que es la congregación de los verdaderos cristianos, a detener unidad doctrinal, jerárquica y litúrgica.
 D) San Pablo. Especialmente San Pablo menciona la triple unidad de la Iglesia escribiendo a los efesios les dice:
 “Os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados…
solícitos en guardar la unidad del Espíritu, en el vínculo de la paz.
Un cuerpo y un espíritu; como fuisteis también llamados a una misma esperanza de vuestra vocación.
Un Señor, una fe, un bautismo;
Un Dios y Padre de todos, el que está sobre todos y a través de todos y en todos"

Luego en la Iglesia, a que todos somos llamados y que es un cuerpo vivificado, por el Espíritu, ha de haber: un Señor (unidad jerárquica), una fe (unidad doctrinal) y un bautismo (unidad litúrgica)

 2° Tradición.
 Con la escritura está de acuerdo la tradición. La Didacheé; el Pastor de Hermas; San Ignacio; Egesipo; San Ireneo; San Clemente Alejandrino; Tertuliano; San Cipriano y los padres de los siglos cuarto y quinto San Hilario, San jerónimo, y San Optato de Milevo, unánimes, proclaman la unidad de la Iglesia.

 3er. lugar la Razón.
Sin unidad de vínculos sociales no puede existir la sociedad; ésta se disgrega. Luego la Iglesia, sociedad religiosa, necesita también la unidad de sus vínculos sociales.


 Terminamos aplicando esta noción de Unidad, con un ejemplo:
 La conversión del Cardenal Newman.

 El insigne cardenal Juan Enrique Newman fue primeramente protestante, llegando a ocupar altos puestos en la jerarquía anglicana.
 Juntamente con Pusey, Manning y otros promovió el movimiento de Oxford de 1833, caracterizado por la vuelta parcial a los dogmas y culto de la Iglesia Católica y por las aspiraciones a una vida religiosa más perfecta.
  Durante más de nueve años estudió con ahínco la historia y tradición eclesiásticas, pidiendo al Señor gracia para conocer su verdadera Iglesia. Convencido de que ésta era la Iglesia Católica Romana, decidió abrazarla.
  Días antes de su conversión, visitábale un amigo; para disuadirle de su propósito le manifestó que de abandonar la iglesia anglicana perdería sus bien rentados cargos, cuyo producto ascendía a unas 120,000 pesetas al año.
  Y Newman le interrumpe al momento y le dice: y ¿qué es todo esto, amigo, en comparación del placer de una santa comunión?
  Resuelto, abjuró Newman la herejía anglicana e ingreso en la Iglesia Católica en 1845; a los dos años resibió en Roma el sacerdocio.
  Escribió obras de controversia, que todavía son leídas con interés. Fundó más tarde, en 1848, en Birmingham un oratorio parecido al de San Felipe Neri.
  León XIII premió sus virtudes y abnegación, nombrándole cardenal en 1879. Murió santamente en 1890. En su epitafio se lee: Ex umbris et imaginibus ad veritatem. De las sombras e imágenes paso a la verdad.


  Pio XI, Encíclica Mortalium Animos (extractos), 6 de enero de 1928.
  De como se ha de fomentar la verdadera unidad religiosa.
  (Texto Completo)

  9. Un error capital del movimiento ecuménico en la pretendida unión de iglesias cristianas. Y aquí se Nos ofrece ocasión de exponer y refutar una falsa opinión de la cual parece depender toda esta cuestión, y en la cual tiene su origen la múltiple acción y confabulación de los católicos
que trabajan, como hemos dicho, por la unión de los iglesias cristianas. Los autores de este proyecto no dejan de repetir casi infinitas veces las palabras de Cristo: "Sean todos una misma cosa... Habrá un solo rebaño, y un solo pastor”15, mas de tal manera las entienden, que, según ellos, sólo significan un deseo y una aspiración de Jesucristo, deseo que todavía no se ha realizado. Opinan, pues, que la unidad de fe y de gobierno, nota distintiva de la verdadera y única Iglesia de Cristo, no ha existido casi nunca hasta ahora, y fueran obligados a abandonar sus opiniones que constituyen aun la causa por qué continúan errando y vagando fuera del único redil de Cristo".
15 Jn. XVII, 21; X, 16.

10. La Iglesia Católica no puede participar en semejantes uniones. Siendo todo esto así, claramente se ve que ni la Sede Apostólica puede en manera alguna tener en dichos Congresos, ni de ningún modo pueden los católicos favorecer ni cooperar a semejantes intentos; y si lo hiciesen, darían autoridad a una falsa religión cristiana, totalmente ajena a la única y verdadera Iglesia de Cristo.

11. La verdad revelada no admite transacciones. ¿Y habremos Nos de sufrir - cosa que sería por todo extremo injusta - que la verdad revelada por Dios, se rindiese y entrase en transacciones? Porque de lo que ahora se trata es de defender la verdad revelada. Para instruir en la fe evangélica
a todas las naciones envió Cristo por el mundo todo a los Apóstoles; y para que éstos no errasen en nada, quiso que el Espíritu Santo les enseñase previamente toda la verdad16; ¿Y acaso esta doctrina de los Apóstoles ha descaecido del todo, o siquiera se ha debilitado alguna vez en la Iglesia, a quien Dios mismo asiste dirigiéndola y custodiándola? Y si nuestro Redentor manifestó expresamente que su Evangelio no sólo era para los tiempos apostólicos, sino también para las edades futuras, ¿habrá podido hacerse tan obscura e incierta la doctrina de la Fe, que sea hoy conveniente tolerar en ella hasta las opiniones contrarias entre sí? Si esto fuese verdad, habría que decir también que el Espíritu Santo infundido en los apóstoles, y la perpetua permanencia del mismo Espíritu en la Iglesia, y hasta la misma predicación de Jesucristo, habría perdido hace muchos siglos toda utilidad y eficacia; afirmación que seria ciertamente blasfema.
16 Jn. XVI, 13.

12. La Iglesia Católica depositaria infalible de la verdad. Ahora bien: cuando el Hijo Unigénito de Dios mandó sus legados que enseñasen a todas las naciones, impuso a todos los hombres la obligación de dar fe a cuanto les fuese enseñado por los testigos predestinados por Dios17; obligación que sancionó de este modo: el que creyere y fuere bautizado, se salvará; mas el que no creyere será condenado18. Pero ambos preceptos de Cristo, uno de enseñar y otro de creer, que no pueden dejar de cumplirse para alcanzar la salvación eterna, no pueden siquiera entenderse si la Iglesia no propone, íntegra y clara la doctrina evangélica y si al proponerla no está ella exenta de todo peligro de equivocarse. Acerca de lo cual van extraviados también los que creen que sin duda existe en la tierra el depósito de la verdad, pero que para buscarlo hay que emplear tan fatigosos trabajos, tan continuos estudios y discusiones, que apenas basta la vida de un hombre para hallarlo y disfrutarlo: como si el benignísimo Dios hubiese hablado por medio de los Profetas y de su Hijo Unigénito para que lo revelado por éstos sólo pudiesen conocerlo unos pocos, y ésos ya ancianos; y como si esa revelación no tuviese por fin enseñar la doctrina moral y dogmática, por la cual se ha de regir el hombre durante todo el curso de su vida moral.
17 Act. X, 41.
18 Mc. XVI, 16.

13, Sin fe, no hay verdadera caridad. Podrá parecer que dichos "pancristianos", tan atentos a unir las iglesias, persiguen el fin nobilísimo de fomentar la caridad entre todos los cristianos. Pero, ¿cómo es posible que la caridad redunde en daño de la fe? Nadie, ciertamente, ignora que SAN JUAN, el Apóstol mismo de la caridad, el cual en su Evangelio parece descubrirnos los secretos del Corazón Santísimo de Jesús, y que solía inculcar continuamente a sus discípulos el nuevo precepto Amaos unos a los otros, prohibió absolutamente todo trato y comunicación con aquellos que no profesasen, íntegra y pura, la doctrina de JESUCRISTO: Si alguno viene a vosotros y no trae esta doctrina, no le recibáis en casa, y ni siquiera le saludéis19. Siendo, pues, la fe íntegra y sincera, corno fundamento y raíz de la caridad, necesario es que los discípulos de Cristo estén unidos principalmente con el vinculo de la unidad de fe.
19 II Jn. vers. 10.

14. Unión irrazonable. Por tanto, ¿cómo es posible imaginar una confederación cristiana, cada uno de cuyos miembros pueda, hasta en materias de fe, conservar su sentir y juicio propios aunque contradigan al juicio y sentir de los demás? ¿Y de qué manera, si se nos quiere decir, podrían formar una sola y misma Asociación de fieles los hombres que defienden doctrinas contrarias, como, por ejemplo, los que afirman y los que niegan que la sagrada Tradición es fuente genuina de la divina Revelación; los que consideran de institución divina la jerarquía eclesiástica, formada de Obispos, presbíteros y servidores del altar, y los que afirman que esa jerarquía se ha introducido poco a poco por las circunstancias de tiempos y de cosas; los que adoran a Cristo realmente presente en la Sagrada Eucaristía por la maravillosa conversión del pan y del vino, llamada "transubstanciación", y los que afirman que el Cuerpo de Cristo está allí presente sólo por la fe, o por elsigno y virtud del Sacramento; los que en la misma Eucaristía reconocen su doble naturaleza de sacramento y sacrificio, y los que sostienen que sólo es un recuerdo o conmemoración de la Cena del Señor, los que estiman buena y útil la suplicante invocación de los Santos que reinan con Cristo, sobre todo de la Virgen MARÍA Madre de Dios, y la veneración de sus imágenes, y los que pretenden que tal culto es ilícito por ser contrario al honor del único Mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo?20.
20 Ver I Tim. II, 5.

15. Resbaladero hacia el indiferentismo y el modernismo. Entre tan grande diversidad de opiniones, no sabemos cómo se podrá abrir camino para conseguir la unidad de la Iglesia, unidad que no puede nacer más que de un solo magisterio, de una sola ley de creer y de una sola fe de los
cristianos. En cambio, sabemos, ciertamente que de esa diversidad de opiniones es fácil el paso al menosprecio de toda religión, o "indiferentismo", y al llamado "modernismo", con el cual los que están desdichadamente inficionados, sostienen que la verdad dogmática no es absoluta sino relativa, o sea, proporcionada a las diversas necesidades de lugares y tiempos, y a las varias tendencias de los espíritus, no hallándose contenida en una revelación inmutable, sino siendo de suyo acomodable a la vida de los hombres. Además, en lo que concierne a las cosas que han de creerse, de ningún modo es lícito establecer aquella diferencia entre las verdades de la fe que llaman fundamentales y no fundamentales, como gustan decir ahora, de las cuales las primeras deberían ser aceptadas por todos, las segundas, por el contrario, podrían dejarse al libre arbitrio de los fieles; pues la virtud de la fe tiene su causa formal en la autoridad de Dios revelador que no admite ninguna distinción de esta suerte. Por eso, todos los que verdaderamente son de Cristo prestarán la misma fe al dogma de la Madre de Dios concebida sin pecado original como, por ejemplo, al misterio de la augusta Trinidad; creerán con la misma firmeza en el Magisterio infalible de Romano Pontífice, en el mismo sentido con que lo definiera el Concilio Ecuménico del Vaticano, como en la Encarnación del Señor. No porque la Iglesia sancionó con solemne decreto y definió las mismas verdades de un modo distinto en diferentes edades o en edades poco anteriores han de tenerse por no igualmente ciertas ni creerse del mismo modo. ¿No las reveló todas Dios? Pues, el Magisterio de la Iglesia el cual por designio divino fue constituido en la tierra a fin de que las doctrinas reveladas perdurasen incólumes para siempre y llegasen con mayor facilidad y seguridad al conocimiento de los hombres aun cuando el Romano Pontífice y los Obispos que viven en unión con él, lo ejerzan diariamente, se extiende, sin embargo, al oficio de proceder oportunamente con solemnes ritos y decretos a la definición de alguna verdad, especialmente entonces cuando a los errores e impugnaciones de los herejes deben más eficazmente oponerse o inculcarse en los espíritus de los fieles, más clara y sutilmente explicados, puntos de la sagrada doctrina. Mas por ese ejercicio extraordinario del Magisterio no se introduce, naturalmente ninguna invención, ni se añade ninguna novedad al acervo de aquellas verdades que en el depósito de la revelación, confiado por Dios a la Iglesia, no estén contenidas, por lo menos implícitamente, sino que se explican aquellos puntos que tal vez para muchos aun parecen permanecer oscuros o se establecen como cosas de fe los que algunos han puesto en tela de juicio.