miércoles, 1 de mayo de 2013

1º de Mayo San José Obrero

Sancte Joseph Opificis
Orémus.
Rerum conditor Deus, qui legem laboris humano generi statuisti: concede propitius; ut, sancti Ioseph exemplo et patrocinio, opera perficiamus quae praecipis, et praemia consequamur quae promittis.

Oremos: 
Oh Dios, creador de todas las cosas, quien has establecido la ley de trabajo para el género humano: concede propicio: que, por el ejemplo y patrocinio de San José, cumplamos las obras que mandas, y alcancemos los premios que prometes.


  La Fiesta de San José Obrero instituida por Pio XII en 1955 condensa el pensamiento de su predecesor Pio XI, en su famosa Encíclica Divini Redemptoris del 19 de marzo de 1937, donde condena de manera clara al comunismo ateo mundial. Sirva de recuerdo esta realidad para los que desean reavivar modelos ya condenados por la Iglesia. Y peor aún, canonizar a los promotores, que en su momento murieron no por las verdades del Evangelio sino como propagadores del comunismo "intrínsecamente perverso". Vaya como ejemplo el caso de Monseñor Romero, verdadero lobo vestido con piel de oveja, recordado en estos tiempos por Bergoglio.

San José, Modelo y Patrono

  Finalmente, para acelerar la paz de Cristo en el reino de Cristo (Cf. Ubi arcano, 23 de septiembre de 1922: AAS (1922) 691), por todos tan deseada, ponemos la gran acción de la Iglesia católica contra el comunismo ateo universal bajo la égida de San José, poderoso Protector  de la Iglesia,.
  San José, perteneció a la clase trabajadora y experimentó personalmente el peso de la pobreza en sí mismo y en la Sagrada Familia, de la que era vigilante y afectuosa cabeza; a San José fue confiado el divino Infante cuando Herodes envió a sus sicarios para matarlo. 
  Cumpliendo con toda fidelidad los deberes diarios de su profesión, ha dejado un ejemplo de vida a todos los que tienen que ganarse el pan con el trabajo de sus manos, y, después de merecer el calificativo de justo, ha quedado como ejemplo viviente de la justicia cristiana, que debe dominar la vida social de los hombres.
   Nos, levantando la mirada, vigorizada por la virtud de la fe, creemos ya ver los nuevos cielos y la nueva tierra de que habla nuestro primer antecesor, San Pedro(2Pe 3,13; cf. Is 65,17; Ap 21,1). Y mientras las promesas de los falsos profetas de un paraíso terrestre se resuelven en esta tierra en crímenes sangrientos y dolorosos, resuena desde el cielo con alegría profunda la gran profecía apocalíptica del Redentor del mundo: He aquí que hago nuevas todas las cosas (Ap 21,5).
  No nos queda otra cosa, venerables hermanos, que elevar nuestras manos paternas y hacer descender sobre vosotros, sobre vuestro clero y pueblo, sobre la gran familia católica, la bendición apostólica.
  Dado en Roma, junto a San Pedro, en la fiesta de San José, Patrono de la Iglesia universal, el día 19 de marzo de 1937, año decimosexto de nuestro pontificado.