Rerum conditor Deus, qui legem laboris humano generi statuisti: concede propitius; ut, sancti Ioseph exemplo et patrocinio, opera perficiamus quae praecipis, et praemia consequamur quae promittis.
San José, perteneció a la clase trabajadora y experimentó personalmente el peso de la pobreza en sí mismo y en la Sagrada Familia, de la que era vigilante y afectuosa cabeza; a San José fue confiado el divino Infante cuando Herodes envió a sus sicarios para matarlo.
Cumpliendo con toda fidelidad los deberes diarios de su profesión, ha dejado un ejemplo de vida a todos los que tienen que ganarse el pan con el trabajo de sus manos, y, después de merecer el calificativo de justo, ha quedado como ejemplo viviente de la justicia cristiana, que debe dominar la vida social de los hombres.Nos, levantando la mirada, vigorizada por la virtud de la fe, creemos ya ver los nuevos cielos y la nueva tierra de que habla nuestro primer antecesor, San Pedro(2Pe 3,13; cf. Is 65,17; Ap 21,1). Y mientras las promesas de los falsos profetas de un paraíso terrestre se resuelven en esta tierra en crímenes sangrientos y dolorosos, resuena desde el cielo con alegría profunda la gran profecía apocalíptica del Redentor del mundo: He aquí que hago nuevas todas las cosas (Ap 21,5).
No nos queda otra cosa, venerables hermanos, que elevar nuestras manos paternas y hacer descender sobre vosotros, sobre vuestro clero y pueblo, sobre la gran familia católica, la bendición apostólica.
Dado en Roma, junto a San Pedro, en la fiesta de San José, Patrono de la Iglesia universal, el día 19 de marzo de 1937, año decimosexto de nuestro pontificado.