miércoles, 6 de mayo de 2009

San Pio V Papa y Confesor

Miguel Ghislieri nació en 1504, en la diócesis de Tortona. Ingresó a los 14 años en la Orden de Predicadores y le envía a la Universidad de Bolonia, para estudiar teología, enseñándola luego él, durante 16 años. Fue nombrado Inquisidor y Comisario General del Santo Oficio en 1551; cargo que le creó muchas persecuciones, pero que le permitió atraer muchos herejes a la verdad católica. Sus virtudes le valieron para que Paulo IV le eligiese para las sedes episcopales de Nepi y de Sutri, y después para el cardenalato. Los honores no modificaron en nada la austeridad de su vida, y el 7 de enero de 1566 fue elegido Papa tomando el nombre de Pio V. Debía ilustrar la sede de San Pedro por su celo en la propagación de la Fe, el restablecimiento de la disciplina eclesiástica y la solemnidad del culto divino, así como su devoción para con Nuestra Señora y su caridad para con los pobres. Reunió contra los turcos una flota que ganó la Batalla de Lepanto, y preparaba una nueva expedición cuando murió en 1572. Su cuerpo fue sepultado en Santa María la Mayor.
Por revelación conoció la victoria obtenida contra los turcos en Lepanto. En esta memorable ocasión fue cuando mandó añadir a las letanías de la Virgen, la invocación: Auxilio de los cristianos, ruega por nosotros.
En la tarde del 7 de octubre de 1571 paseàbase San Pio V por una cámara del
Vaticano oyendo la relación que le hacía su tesorero Mons. Bosutti de Bibiana de
varios asuntos confiados a su cargo; padecía el santo anciano horrendos ataques
de piedra, y como le arreciase de ordinario el mal estando sentado, solía
recibir y despachar las mas de las veces de pie o paseando. Detúvose de repente
el Papa en mitad de la estancia y alargó el cuello en la actitud del que
escucha, haciendo al mismo tiempo a Busotti señal de que callase. Acercase
después de breve rato a una ventana y abrióla de par en par asomándose a ella
siempre en silencio y en la misma actitud escudriñadora. Mirábalo asombrado
Busotti, y su extrañeza se convirtió en pavor al ver que el rostro del anciano
Pontífice se transfiguraba de repente, que sus llorosos ojos azules se volvían
al cielo con expresión inefable, y que sus manos juntas se elevaban, ligeramente
temblorosas: erizáronsele los cabellos a Busotti comprendiendo que sucedía allí
algo sobrenatural y divino, y así permaneció más de tres minutos, según depuso
después con juramento el mismo tesorero. Arrancase al cabo de éstos el Papa de
su arrobamiento, y con el rostro radiante de júbilo dijo a Busotti: No es hora
de tratar negocios... Demos gracias a Dios por la victoria alcanzada sobre los
turcos...
Y retiróse a su oratorio, dice Busotti, dando tropiezos y
saliéndole de la frente lumbres muy bellas. Apresurose el tesorero a dar cuenta
de lo que sucedía a varios prelados y cardenales, y mandaron estos al punto
extender acta de todo ello, marcando las circunstancias de lugar y tiempo, y
depositarla sellada en casa de un notario. El 26 de octubre llegó a Roma un
mensajero del Dux de Venecia, Mocénigo, para anunciar al Papa la victoria de
Lepanto, y tres o cuatro dias después llegó también el Conde de Priego, enviado
por Don Juan de Austria, para darle cuenta de todas las circunstancias de la
batalla. Hízose entonces el cómputo de horas según los diversos meridianos de
Roma y las islas Curzolari, y resultó que la visión del Papa anunciándole el
triunfo de Lepanto, tuvo lugar en el momento en que saltaba D. Juan de Austria
del estanterol con la espada en la mano para rechazar a los turcos que invadían
su galera, y atacaban La Sultana por el flanco y por la popa el Marquéz de Santa
Cruz y Marco Antonio Colonna. Dióse entonces a este suceso grande importancia, y
figuró mas tarde con todas sus pruebas y documentos en el proceso de
canonización de San Pio V, de donde lo tomamos nosotros.” (Luis Coloma
S.J.)
Los trabajos de San Pio V en la lucha contra la herejía, por la mejora
de las costumbres cristianas, la imposición de la disciplina del Concilio de
Trento, la publicación del Breviario y del Misal Romano, han hecho de sus seis
años de pntificado una de las más fecundas épocas de la historia de la
Iglesia.
En el lecho de muerte invocó a Dios con estas palabras que hoy nos
protegen desde el cielo contra quienes acechan la salvación de las almas con la
herejía: “Creador de los hombres, dígnate preservar a tu pueblo de los asaltos
de la muerte en estos días de alegría pascual.
ORACIÓN
Oh Dios, que para destruir a los enemigos de la Iglesia y restaurar el culto divino, elevasteis al bien aventurado Pío al sumo pontificado, haced que protegidos por su intercesión, de tal modo nos adhiramos a vuestro servicio que, triunfando de las emboscadas de todos nuestros enemigos, gocemos de inalterable paz. Por J. C. N. S. Amén.

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