por decirlo así, del querer de Dios.”
(Cura de Ars: Sermón sobre la perseverancia)
¡LA NUEVA LUZ DE LA IGLESIA MILITANTE!
Este título le ha sido conferido a Santa Filomena por San Juan María
Vianney (El Santo Cura de Ars), heroico confesor y patrono de todos
los párrocos.
La pequeña ciudad de Ars, Francia, ha llegado a ser famosa a través de la
santa vida y de las obras de este santo. Su alma especialmente escogida,
escondía bajo las pobres vestimentas de humilde sacerdote, al apóstol más
estupendo del siglo XIX. El quizás más que cualquier otro, atrajo la atención
del mundo al poder de su Santa favorita entre todos los santos: Santa
Filomena.
PAULINE JARICOT,
la fundadora de la Sociedad para la Propagación de la Fe y del Rosario
Viviente, en 1835, por intercesión de Santa Filomena había sido
milagrosamente curada de un desesperante mal. A través de ella, conoció
el Santo Cura el poder de la Santa. La Señorita Jaricot, le ofreció parte de
una preciosa reliquia de Santa Filomena que ella había obtenido del relicario
de Mugnano y el Cura de Ars la recibió como una valiosísima joya.
Inmediatamente se puso a trabajar para erigir una capilla en Ars donde colocó
estas reliquias, que muy pronto dieron lugar a innumerables curaciones,
conversiones y milagros.
Lleno de un intenso amor por esta pequeña santa, la eligió a ella como su
especial patrona celestial y se comprometió a ella por voto. Siempre hablaba
de la santa, le pedía todo tipo de favores, y decía de ella que era “el
milagro próximo” por los extraordinarios prodigios que ella obraba. Santa
Filomena solucionó sus problemas financieros, ella convirtió pecadores; curó
enfermedades gravísimas; y obró innumerables milagros en respuesta a sus
simples oraciones. Muchos de ellos están registrados en la biografía del
santo, pero los milagros no registrados, estos solos, podrían llenar un
volumen. Recomendaba que le hicieran Novenas por incontables intenciones de todo
tipo que las personas le referían. Advertía seriamente a los enfermos que
rezaran a Santa Filomena y los bendecía e instruía para que rezaran la Novena
y siempre se impresionaba por todas las curaciones de esta pequeña santa, a
la cual, después de Dios, le estaba totalmente agradecido. Miles de personas
vinieron a la capilla de Ars en peregrinación, con el propósito de invocar el
auxilio de Santa Filomena en sus necesidades y pruebas. Evidencias tangibles
de favores obtenidos, los milagros obrados, las conversiones realizadas, las
oraciones escuchadas son la respuesta de Santa Filomena.
Debido al fervor de la devoción del Cura de Ars a Santa Filomena, y las
numerosas curaciones y favores obtenidos por su intercesión, toda Francia
pronto invocó su nombre. Cada diócesis tenía altares y muchas capillas e
iglesias se dedicaron a ella. Pero la devoción a la santa no sólo fue en
Francia. Los reyes, las reinas, los cardenales, los obispos, los sacerdotes,
y muchos religiosos y fieles a través del mundo la aclaman como su patrona
celestial.
Solamente Dios puede contar la cantidad de milagros hechos por Santa Filomena
al pueblo de Ars. A todos los que le imploraban su ayuda, el santo cura
siempre les respondía que debían ir y hablar con Santa Filomena. Era venerada
en el altar más hermoso de su iglesia. Este sacerdote santo estableció con
ella una amistad sencilla y mística y una familiaridad agradable y profunda.
La llamaba su "intermediaria", su "chargée d' affaires",
su "cónsul con Dios", y su "Santita" el título por el
cual hoy es conocida.
Un día, con ingenuidad santa, se le escuchó decir "Basta ya, mi
santita". Estás haciendo demasiados milagros! Muchas personas piensan
que se deben a mis oraciones!
El mismo Santo Cura fue objeto de un gran milagro. Enfermó gravemente,
su feligresía se estaba llena de consternación. Los peregrinos, preocupados
de su salud, llegaban a Ars de las más remotas regiones de Francia. Para
tener a raya a la muchedumbre que se reunía, debió intervenir la policía.
Cuando todo parecía perdido y se esperaba su muerte de un momento a otro,
recurrieron a Santa Filomena, y Dios, mostrando su grandeza, por la poderosa
intercesión de nuestra Santita, cuando las esperanzas estaban ya perdidas, se
les concedió la gracia que pedían y su santo cura sanó y regresó a su
parroquia, es decir, a Francia en general.
En cierta ocasión, una persona se acercó al Cura de Ars y le preguntó: “¿es
verdad, Padre que Santa Filomena le obedece?”. A lo cual
contestó el sacerdote santo, “¿y porqué no? si Dios mismo me
obedece en el Altar” (“obedece”: se refiere a que por obra de
Dios a través del sacerdocio en la Misa se realiza milagrosamente la
conversión del pan y del vino en el Cuerpo y Sangre de Cristo, es decir,
Jesús “obedece” por amor al sacerdote en este caso). Él sentía constantemente
la proximidad de su presencia y se dirigía a ella con nombres más familiares
y no ahorró ningún esfuerzo en inducir a otros a que invocaran su intercesión
en sus necesidades de cuerpo y alma. Él decía a menudo: “Hijos
míos, Santa Filomena tienen gran poder con Dios, y ella tiene, por otra
parte, un corazón buenísimo; roguemos a ella con confianza. Su virginidad y
generosidad en el abrazo de su martirio heroico la han hecho tan agradable a
Dios que Él nunca rechazará cualquier cosa que ella le pida para nosotros.” Se
decía que el Cura de Ars hacía todo por ella y Santa Filomena hacía todo por
él.
Muchos años más tarde, después de su muerte, la gente de Ars construyó un
monumento en su honor y lo colocó sobre una colina desde donde una vez más,
señala el altar de Santa Filomena como si dijera, "Recurre a ella y
serás consolado".
El 8 de enero de 1905 el Santo Papa Pío X beatificó el humilde Cura de Ars,
poniéndolo como modelo de todos los pastores de almas.
San Pio X “Cuando se
enteró de las críticas al culto a Santa Filomena, afirmó que el argumento más
fuerte en favor de la devoción a Santa Filomena era el Cura de Ars.”
El 31 de mayo de 1925, el Papa Pío XI, canonizó al "Sencillo Cura de
Ars" y durante su jubileo sacerdotal promovió por todo el mundo el
patrocinio celestial de San Juan María Vianney para "fomentar en todo el
mundo el bien espiritual de todos los sacerdotes".
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