jueves, 14 de agosto de 2014
10 Consejos para ser Feliz!! Según el lugar en que quiera su Felicidad... Santo Tomás de Villanueva.
MODO BREVE DE SERVIR A NUESTRO
SEÑOR EN DIEZ REGLAS
SANTO TOMÁS
DE VILLANUEVA
PRÓLOGO
Ante todas cosas es menester corazón
muy determinado para servir a Dios, y aparejado para romper con quien lo
estorbare, pensando lo que va en ello, que es la Gloria o el Infierno para
siempre, y que cosa tan grande no se alcanza sin gran riesgo y trabajo; y esta
determinación seguidla con mucha constancia y perseverancia, acordándose que
dice Nuestro Señor Jesucristo en su Evangelio que el que pone la mano en el
arado y mira atrás, no es apto para el Reino de Dios[i][1]. Y porque al mundo y sus seguidores es contrario esto,
hace de disponer a romper con él y no curar de él, antes menospreciar lo que
dijere como ciego y necio, y sufrir ser tenido por loco, por amor de Dios y por
su salvación, que al fin se verá la verdad cuando pasare la oscuridad del sueño
de esta vida y viniere la verdadera luz del día[ii][2], que para siempre durará, donde
goce para siempre del fin para que fue creado.
PRIMERA
Conviene ante todas cosas amar a
Dios y al prójimo y guardar su Ley cumpliendo sus mandamientos, porque en esto
está la vida, y cesar de pecar, determinándose de no cometer un pecado mortal a
sabiendas, con la gracia de Dios, por todo el mundo, procurando de se ejercitar
en toda virtud, guardando su amor de tal manera, que a sólo Dios ame y en Él
sólo se emplee continuamente.
SEGUNDA
Remediar la vida pasada,
confesándose generalmente[iii][3] y escudriñando con gran diligencia
su conciencia, satisfaciendo al Señor con mucho dolor y lágrimas y con mucha
vergüenza y humillación, pensando la ceguedad pasada, y tratando en su memoria
la historia de su vida perdida, y llorando y doliéndose mucho de ella; y para
más satisfacción, tomando alguna aspereza de ayunos, o vigilias, o disciplinas,
o silicio que aflija la carne y hagan venganza del deleite pasado; y este
ejercicio durará algún tiempo, porque hasta que aqueste sea bien hecho no
cumple entender en otro. Para dejar de pecar, ayudará al principio la
abstinencia, la soledad y clausura, silencio, oración, ocupación, vigilia,
consideración de la muerte y del Juicio, del Cielo y del Infierno.
TERCERA
Huir conversaciones de mundanos, que
ahogan el espíritu y buen deseo del ánima devota, huir visitaciones de seglares
y procurar alguna conversación de alguna persona verdaderamente espiritual, en
quien more Dios, porque, como un carbón encendido enciende a otro, así un
corazón encendido e inflamado en espíritu inflama a otro.
CUARTA
Huir y menospreciar todos los
placeres pasados y deleites mundanos y vanos de aqueste siglo y procurar de
descubrir otros deleites interiores, muy mayores y más perfectos, del espíritu
y del entendimiento, los cuales dan mayor hartura al ánima y hacen parecer
niñerías aquestos carnales (esto hace la contemplación profunda con oración y
lección); y lo mismo digo de todas las riquezas, faustos, honras, favores de
este mundo, y procurar mucho de tener el corazón limpio de toda afición
temporal y desocupado de todo amor apasionado de criatura, porque Nuestro Señor
le hincha de sí y de su sagrado espíritu; porque este preciosísimo bálsamo no
cabe en vasos sucios, ni dará Nuestro Buen Señor sus margaritas a los puercos,
pues lo vedó a sus discípulos. Por lo cual cumple en gran manera a toda persona
que pretende ser espiritual tener muy gran cuidado y diligencia sobre su
corazón y apetitos y deseos y pensamientos desordenados; porque sería sin esto
por demás trabajar.
QUINTA
Limpiar muy a menudo su conciencia,
de ocho a ocho días, o a lo menos a los quince, confesando y comulgando con
mucha devoción; porque así se alcanza la gracia para perseverar y tener grande
fortaleza y firmeza en el buen principio y comienzo.
SEXTA
Y tener en casa un oratorio muy
devoto, que convide a estar en él, para conversar con Dios y desocuparse para
lo seguir, porque aquí se ha de fundir como en crisol, para salir con el fuego
del Espíritu Santo. Aquí se alcanza todo bien. Lo que ha de hacer en el
oratorio es procurar don de lágrimas, llorando sus pecados y recogitando su
vida pasada. Tomarse cuenta cómo vive ahora, verse y mirarse como en espejo, si
aprovecha o no; ordenar su vida para adelante; pensar devotamente en la Pasión
y en los otros misterios de nuestra Redención; dar gracias a Dios por los
beneficios generales, como es la creación del mundo y la Redención del género
humano, y por los particulares, cómo le hizo de nonada y le dio cinco sentidos
y otras particularidades que no dio a otro. Contemplar el engaño del mundo, la
brevedad de la vida, la eternidad de la Gloria, y bajar al Infierno,
contemplando las penas de los dañados y malos que en esta vida mal vivieron; y
mirar los moradores del Cielo, saludar a su ciudad y desearla, y conversar con
estos sus ciudadanos; mirar desde allí, como desde alto, las cosas de esta
vida, los trabajos vanos y ansias superfluas de los hombres y los errores de
los mundanos; contemplar como en espejo su conciencia; abrir a Dios su corazón,
demostrándole sus deseos, y hablar con Él con toda reverencia y amor, y decirle
sus faltas, sus miserias, sus enfermedades y trabajos, sus enfermedades y
necesidades, su peligro, su sequedad, su tibieza, su maldad, su inquietud; y
pedirle perdón, socorro, remedio, luz, gracia, firmeza, verdad, pureza,
agradecimiento, amor, espíritu, sentimiento y todo lo demás, rogándole por sí y
por todos los que tiene encargo, y por los afligidos, y por el estado de la
Iglesia, y otros semejantes ejercicios espirituales, que son lección,
meditación, oración, contemplación. Aquí se alcanza gracia, pureza, grosura,
devoción, don de lágrimas, luz, conocimiento de la verdad, espíritu, y todas
las virtudes y riquezas espirituales; aquí hace el hombre su oficio para que
fue creado. Esta es verdadera vida, porque lo demás que se emplee en negocios y
curiosidades del mundo, todo lo ha perdido. Mucho le va al cristiano en se
emplear bien en esto y vivir consigo y no andar desterrado fuera de sí y
extrañado en ocupaciones vanas y sin fruto, que parecen y son dañosas para el
ánima. En este oratorio gaste el más tiempo que pudiere hurtar al mundo y a la
gobernación de su persona y casa, y pluguiese a Dios que fuese todo, y no se le
hiciese más de aquél un oficio necesario, que dijo el Señor a Santa Marta.
SÉPTIMA
Guardar la lengua y el corazón y
tener muy gran cuenta con sus pensamientos y deseos y palabras, sacudiendo
presto de su corazón todos los pensamientos vanos y nocivos. Oír mucho y hablar
poco y sobre pensado. Huir de toda murmuración y mal juicio de otros, echándolo
todo a buena parte. No se ocupar en leer, ni contar, ni oír hechos de otros, ni
ser curioso de saber vidas ajenas. Ocuparse todo en sí y vivir siempre consigo.
OCTAVA
Tener cuidado de no perder el
tiempo, acordándose siempre que de este momento de vida depende la eternidad
futura de Gloria; y tener por gran pérdida perder una hora, en la cual se puede
ganar tanto bien perpetuo; y esto sentallo en su memoria.
NONA
Procurar de crecer en toda virtud,
mirando como en espejo las virtudes de los otros y procurando de los imitar;
porque en las virtudes está el fundamento de todo bien. Ser piadoso, manso y
sufrido, amoroso y caritativo con los pobres, de buena conversación, sin
perjuicio de nadie; hacer bien a todos y a nadie mal, ni en juicio, ni por
palabra, ni por obra. Sufrir flaquezas ajenas, no criminar los pecados, sino
con piedad rogar a Dios por los que yerran.
DÉCIMA
Tomarse cuenta de todo lo dicho,
exhortándose y reprehendiéndose algo, animándose de cada día ser mejor e ir
adelante, no olvidándose jamás; porque en lo hacer asegura la Gloria que por
ella espera, y que siembra en esta vida para coger en la otra fruto sempiterno.
Y porque todo nuestro aprovechamiento depende de la gracia del Señor, siempre
cumple pedir con instancia salud, socorro y lumbre para conocer el bien, y
gracia para le amar, y fuerzas para le seguir y perseverar; porque poco
aprovechará esta escritura si no favorece la gracia del Señor para poner por
obra lo que la letra o escritura nos enseña.
SUMA
Guardar la Ley de Dios y dejar de
pecar. Segunda, satisfacer por los pecados pasados con dolor y penitencia.
Tercera, huir amistad de mundanos. Cuarta, menospreciar al mundo
y sus deleites. Quinta, limpiar a menudo sus conciencias, confesando y
comulgando. Sexta, tener oratorio do servir a Dios, conversando con Él. Séptima,
guardar la lengua y el corazón. Octava, no perder el tiempo. Novena,
crecer en virtud. Décima, tomarse cuenta de lo que aprovecha.
Y a algunos doctores, como fue
Dionisio Cartujano, les pareció dar este medio y modo cotidiano a los nuevos,
por do se guiasen al principio, hasta que el Señor les proveyese de su
espíritu. El domingo, contemplar en la Resurrección del Señor y del género
humano; el lunes, del día del Juicio universal; el martes, de la creación de
todas las cosas y del gobierno y concierto de ellas; el miércoles, del gozo de
los bienaventurados del Cielo, el cual todos esperamos tener; el jueves, de la
brevedad de esta vida; el viernes, de la Pasión del Señor; el sábado, tomarse
cuenta de sus buenas obras o malas que ha hecho en la semana y de las obras de
misericordia en que se ocupó y por su negligencia no obró. Y hémonos de
ejercitar en contemplar y meditar la vida de nuestro Señor Jesucristo, según
tres motivos, que llaman los santos doctores vida purgativa, iluminativa y
unitiva. Pongo por ejemplo en un paso, para que así se entienda de todos.
Considera nuestra ánima a Nuestro Redentor atado en la columna o enclavado en
la Cruz, y entiende que por nuestros pecados padece el Cordero inocente. De
esta consideración se entristece, gime y llora, por haber ofendido a Dios, siendo
causa de su Muerte. Llámase esta vía purgativa, porque en ella se purga
de sus pecados. Y considera el mismo paso ya dicho, y conoce que por aquellas
benditas llagas, azotes y clavos, es libre el ánima de los azotes y tormentos
del Infierno y hecha hábil de la Gloria del Cielo; dilata y ensancha su afecto,
alegrándose y diciendo con San Pablo: Alabado sea Dios, que nos dio victoria
por Jesucristo nuestro Señor[iv][4]. Llámase esta vía iluminativa, en la cual el
ánima, con la luz de la gracia ilustrada, se emplea en dar gracias a Dios por
tan grandes mercedes y beneficios como recibe.
Finalmente, contemplando el ánima en
la Cruz del Señor, entiende un amor caritativo y grande, y, vista esta grandeza
de amor con que padeció por la redimir y darla gloria, es inflamada de tan gran
deseo y fervor de ya verse con su Esposo, que ni ya se acuerda de pecados
pasados ni se detiene en considerar beneficios recibidos, sino con un dulce
vuelo y suave arrebatamiento dice por el profeta David: ¿Quién me dará alas
como de paloma, y volaré a mi amado Dios y descansaré?[v][5], procurando de se ayuntar y unir
con Dios. Llámase esta vía unitiva, porque en ella el alma se hace una
por amor con su esposo amado Jesucristo. De manera que debemos purgar y limpiar
el ánima de pecados; debemos dar gracias con alegría al Señor por tantos
beneficios, de donde resulte un amor y afección tan íntima, que nos haga una
misma cosa con nuestro amado Jesucristo.
Y, resumiéndome, digo ser necesario
a todo fiel cristiano que ningún día se le pase sin tener algún rato de lección
y meditación y oración; y si fuere posible hacerse tres veces en el día será
mejor; porque la lección santa muestra el camino del Cielo, la meditación lo
anda, la oración lo consigue. La cual se hará a la mañana; y antes que se lea,
rogar a Dios de corazón que nos dé su favor para obrar lo que leyéremos atenta
y devotamente, rumiando lo que leyéremos y platicándolo con alguna persona
devota, y suplicar lo mismo al fin de la lección. Y leído el capítulo o
renglones que quisiéremos, hacer en ello gran hincapié, poniendo por obra lo
que en la lección se nos dice; y a la una de la tarde o al mediodía, otra vez,
y a la noche otra. Y tras la lección será buena la meditación profunda,
pensando íntimamente en lo interior del ánima las mercedes recibidas de Dios a
la mañana; y al mediodía, de los males y daños de que nos ha librado; y a la
noche, lo mucho que nos ha de dar. Los recibidos son en tres maneras:
naturales, y temporales, y gratuitos[vi][6] (en los primeros nos da Dios
nuestra vida natural; en los segundos, esta abundancia temporal; en los
terceros, su Vida Divina con su temporal muerte), que se contienen en los
beneficios de la creación y conservación y regeneración. Y es de saber que los
bienes o dones gratuitos que de Dios recibimos, son en dos maneras: la primera
es redimiéndonos con su Muerte y Pasión; la segunda es justificándonos y
haciéndonos por su gracia, de siervos y esclavos del Demonio, hijos de Dios por
gracia, y admitiéndonos a la herencia y libertad de la Gloria, y haciéndonos
semejantes a Él por su gracia, así como se hizo Él semejante a nosotros,
tomando nuestra naturaleza, para comunicarnos visible y familiarmente como
hermano.
Al mediodía se medite la libertad
que de su mano hemos recibido, así del mal de culpa (en lo que por nuestros
pecados hemos caído e incurrido) como de la pena y tormentos que por ellos
merecíamos; y a la tarde, de la glorificación, que es de los bienes que Él nos
tiene prometidos, los cuales serán (según San Anselmo) para el cuerpo siete, y
otros siete para el ánima. Los del cuerpo son hermosura, ligereza, libertad y
fortaleza, deleites, eternidad, sanidad. Los del ánima son sabiduría, amistad,
concordia, poderío, honra, seguridad, gozo. Item, serán los hombres
glorificados y mejorados en cinco lugares más que los ángeles, que serán los
cinco sentidos corporales, lo cual figuró bien Jacob en la mejoría de aquellas
cinco cosas que mejoró a su hijo José más que a todos los otros sus hijos.
Junto con la meditación se acompaña
la oración, con gran humildad y conocimiento de sí y de su ingratitud y con
confianza de alcanzar lo que pides, y pidiendo cosa lícita y necesaria al ánima
y al cuerpo, perseverando con gran ahínco, y confesando y comulgando muy a
menudo. Y los que no supieren leer, procuren que les lea alguno; y si esto no
tuvieren, consideren en la divina sabiduría (que se mostró en la creación del
mundo y de los cielos) y su poder, y bondad, y amor que les tiene, pues tantos
bienes les envía y tan a la continua; y consideren que más puros y más
excelentes tendrán en el Cielo los bienes de esta vida, y los males serán más
fuertes y mayores a los condenados en el Infierno, tratando siempre en su
memoria aquel verso del Salmo 114 que dice: Conviértete, ¡oh ánima mía!, a
tu descanso, pues te ha hecho Dios bien; y libró mi ánima de la muerte y mis
pies de caer[vii][7]. Como si dijera: Vuelve, ¡oh
hombre!, tus ojos y corazón a Dios, pues en Él sólo podrás hallar tu descanso;
y no te hartará cosa alguna creada menos que tu Creador mismo[viii][8]. Así que convertirse el ánima a
Dios, que es su descanso, es volverse el hombre a Dios por consideración y
dilección; y poner en Él sus ojos es mirarle, y conversarle, y abrazarle con la
oración, meditación y lección, uniéndose y ayuntándose a Dios por deseo.
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