viernes, 26 de diciembre de 2008

Seguimos trabajando...

Buenas a todos!
Seguimos trabajando los colaboradores laicos de la Orden "Compañia de Jesus y Maria", en la Mision ubicada en Magdalena, provincia de Buenos Aires. Estamos organizando fechas que sean fines de semana para ir a trabajar y dar una mano a esta obra que tiene como fin, enseñar oficios entra la gente humilde de la zona, para que se puedan sustentar como asimismo realizar una obra de apostolado religioso y dar la Santa Misa.
Nos seria muy util, difundir esta obra caritativa, ya que necesitamos una mano en el sentido de personas que quieran colaborar y quienes deseen realizar donaciones para la construccion de la Iglesia y la Casa.
Materiales como tejas, pintura, arena, ladrillos, cemento, lamparas para iluminacion, baldosas, arboles, cables...es mucho, tal vez, lo que necesitamos pero si todos colaboramos es mas sencillo








jueves, 6 de noviembre de 2008

Los Derechos de la Verdad y Los Derechos del Amor




Los Derechos de la Verdad
Y
Los Derechos del Amor


Cuando alguien escribe algo pueden sus líneas ser leídas de distintas maneras, sea con un prejuicio favorable, sea con uno más o menos antipático, sea con la ecuanimidad del hombre recto que no considera sólo la mano que empuña la pluma sinó, y sobre todo, la verdad y el criterio de los contenidos, la fuerza de las razones y la lógica de las conclusiones.
La escritura tiene ventajas y desventajas. Ventajas y desventajas porque en ella el hombre compromete su pensamiento no sólo ante Dios, Quien un día lo juzgará, sinó también ante los hombres quienes lo juzgarán inmediatamente. La escritura sufre un juicio de solas fiscalías ya que la defensa ante la estima o desestima ajena es sólo remota. Nadie puede defenderse ante el lector a no ser por la verdad de los argumentos y la rectitud de la intención de alguna manera manifestada. Quizás por eso muchos hombres que pudieran escribir o entablarse en una lucha leal de los conceptos para que triunfe nó el interés sinó la verdad, no lo hacen, sin embargo, temerosos del juicio de los lectores o ante el riesgo de equivocarse. Otros prefieren el anonimato del comentario de las conversaciones para referirse a lo que han leído o a su escritor sin exponerse a la sana contienda por la verdad; allí el adversario no puede defenderse y es fácil restarle autoridad nó con las razones pero sí a veces causando impresiones y sentimientos en los demás con sólo un gesto o una sonrisa burlona. ¿Escapará esto al juicio de Dios? Pareciera que nó.
Aún así parece nuestro cometido empresa suficiente para correr el riesgo de la crítica con tal que en los hombres probos y honrados hagamos algo de bien, mejor aún, para que nuestras pobres líneas sean en bien de Dios y en bien de muchos.
¿Por qué en bien de Dios?
Porque si de Verdad y Amor hablamos Dios es el primer concernido; si lo desea Usted más filosóficamente, es Dios el primer analogado de todas las proporciones que conciernan a la Verdad y al Amor, siendo Dios Autor de todas las proporciones de los seres al ser Creador de todos ellos.
¿Por qué en bien de muchos?
Porque si lo que buscamos es el bien de Dios buscamos también el ajeno. A Dios nada le falta gozando Él de una pacífica, eterna e infinita felicidad. ¿Cómo puedo buscar su bien si nada le falta ni nada desea? Buscando nó lo que fueran sus deseos, que nó los tiene, sinó buscando lo que es su Voluntad, a saber, que los hombres se salven y que la heroica Redención de su Hijo cuaje en las almas. Cristo Nuestro Señor abrió las puertas del redil de los Cielos, ahora es preciso que los hombres, movidos por su Gracia, entren en él. Ese es en resumen el fin terreno de la Santa Iglesia, llevar a los hombres a su Señor y su Dios.
Se entiende entonces que si busco el bien de Dios que yo puedo darle, busco entonces se haga su Voluntad en mi y en los demás, busco que los hombres se salven y eso es buscar su bien. Esto es entonces el bien de Dios y el bien de muchos.
Ahora bien, ¿Cuál es nuestro cometido? Lo que reza el título, que la Verdad tiene derechos y que el Amor también los tiene, derechos que les son propios, inalienables, impostergables, que no pueden renunciarlos, ni perderlos. Que entonces pueden, deben y merecen ser defendidos. Que la vida de todo hombre noble, por sencillo o instruido que sea se reduce a ello, a la Verdad y al Amor; a la Verdad en sus pensamientos, ideas, ideales y palabras; al Amor en sus actos, sus conductas y sus quereres.
Hemos enunciado muchos conceptos, muchas cosas, digamos, que hoy todos nombran, pocos entienden, casi nadie defiende, y de los que sí lo hacen, pocos lo hacen bien. Esto establecerá nuestro plan.
¿A cuáles conceptos nos referimos?
Derecho, Verdad y Amor.
¿Quién no habla de ellos en nuestros días? Sin embargo jamás había visto la historia semejante atropello al Derecho ni tan universal afrenta; jamás había escuchado tanto error y mentira; nunca había sido abrumado por tanto mal y desorden, por tanto “amor” mal entendido y peor usado.

El Derecho:
Del Derecho muchos hablan, bastantes enseñan, pocos saben. Claro está que no nos referimos a la penosa tarea de aplicar leyes y resolver conflictos sinó a los fundamentos más básicos de todo ello. Esos fundamentos son esenciales y trascendentes y, modificados los mismos, se distorsiona el verdadero Derecho de modo que aún una enorme injusticia podría ser jurídicamente valedera, al menos en el Derecho Civil, claro está, no así en el Derecho Eclesiástico.
Si el Derecho a algo emana de los votos de la mayoría las cosas que hoy fueren justas mañana podrían ser injustas. Así el divorcio como anulación del vínculo o el aborto, siendo aberraciones morales y gravísimamente injustas, son moneda corriente en muchas legislaciones civiles.
Si el Derecho nace de lo que es exitoso, rinde o triunfa, así sea malo de suyo, seríamos utilitaristas; pragmáticos, si el fin justificara los medios.
Se entiende que el Derecho no puede depender de una mayoría, de una opinión, de un capricho, una conveniencia o un triunfo monetario. Derecho es lo que responde a Justicia y justo lo que es debido a algo a alguien. Ha de haber entonces en la cosa o en la persona alguna razón, algún motivo, alguna prerrogativa o dignidad que le permita reivindicar uno o varios derechos como algo justo y que por eso le es debido.
Es claro entonces que una cosa, como ser por ejemplo un territorio, merece ciertos respetos por pertenecer a una Nación; clarísimo que las personas sean sujetos de derechos ya que son lo más relevante de una Nación que sin ellas no sería nada; de una claridad meridiana que Dios Nuestro Señor es más sujeto de derechos que nadie ya que todos los hombres de Él recibimos el poder pretender o reivindicar algo. Grandes derechos los nuestros, sí, pero derechos recibidos de un Creador aún mayor y más digno, de Quien somos creaturas.
Entendidos los derechos en Dios, se entienden todos en sus inferiores; ignorados los de Dios o, lo que sería peor, ignorado Dios mismo, todos los otros derechos se alteran y trastocan, sea para más, sea para menos.
Ya hemos avanzado algo. Sabemos que Derecho es lo que de alguna manera alguien puede pretender para si, según justicia; que lo justo es dar a cada quien lo propio y esto en la medida en que le es debido; que siendo así, hombres, Ángeles y Dios tienen derechos; que sólo ellos por ser inteligentes pueden tenerlos, porque sólo ellos pueden reconocerlos y reivindicarlos. Que siendo así, el Derecho sigue a las naturalezas inteligentes y que, lógicamente, la que más merece es la de Dios.

La Verdad:
Puesta en claro la noción de Derecho tratemos de hacer lo suyo con la noción de Verdad.
La Verdad sigue necesariamente al ser de las cosas, no necesariamente a la palabra que dice afirmarlo. Las cosas no son así porque yo las diga tales, sinó que debo decirlas como ellas son. Quiero decir que mi palabra no hace ni crea la Verdad sinó que simplemente enuncia la Verdad que encierran las cosas. Por así decirlo, las cosas gritan su ser, gritan lo que son a la inteligencia cabal que las escucha. Digo inteligencia cabal porque las cosas necesitan de nuestro sentido común para ser entendidas como son, para que las pasiones, el apresuramiento, el orgullo o la vanidad no nos hagan decirlas distintas de cómo son para parecer distintos o destacados, o por algún interés aún más mezquino.
Verdad entonces será pensar y decir de las cosas, de los seres y aún de nosotros mismos tal como todo eso es. Será acomodar, “adecuar” dirá el latino, nuestra inteligencia a la cosa, plasmando en nosotros lo que está en ella y así haciéndonos capaces de decirlo.
Lo que está en ella... Es una verdad de perogrullo que las cosas son algo. No se preguntó Usted ¿Cómo llegaron a serlo? ¿Cómo hicieron las cosas para ser lo que son? ¿Alcanzará con la explicación fantaseosa de una gigantesca explosión inicial que al reventar hizo la armonía de los cielos, dio timbre al canto de las aves, agudeza a la mirada del águila, vigorosa delicadeza al colibrí, medidas exactas al panal, constancia a la abeja y belleza al cielo, a la tierra y a los hombres? ¿Pudo este supuesto desparramo primigenio ser principio de unidad, de equilibrio y de belleza?
Agotadas todas las solucione inventadas, dispares e incapaces de dar una explicación sólo queda en pié la respuesta del sentido común: No hay obra sin autor ni orden sin ordenador.
Las cosas son porque Alguien las pensó tales antes de hacerlas.
Las cosas existen porque ese Alguien que supo pensarlas, supo también quererlas para que de hecho fueran. Las cosas existen porque ese Alguien las quiso. Al decir inigualable, entonces, de Santo Tomás de Aquino, “somos porque Dios nos piensa, existimos porque Dios nos ama”, a saber, somos tales, con tal entidad o naturaleza porque nos pensó así; existimos de hecho, porque Dios quiso que fuéramos.

El Amor:
Verdad, entonces, es pensar y decir de las cosas lo que ellas son, pero resulta que lo que son y que es capaz de llenar nuestros conceptos; y su existencia, que a veces nos cautiva y embelesa, ambas cosas proceden de Dios. El ser y la existencia de las cosas, de los seres, de los hombres y de los Ángeles proceden de Dios; es aquello que Dios pensó en las honduras diáfanas y misteriosas de su pensamiento, es aquello que Dios quiso que fuera y que, por quererlo, lo amó con su Voluntad Infinita y Creadora.
Señores, estamos como ante un abismo hacia arriba, como ante la cumbre infinita de la Divinidad sabia, justa y bondadosa de Quien todo y todos somos creaturas.
En la Creación hay encerrado, por ende, un acto de Amor, acto infinito en su origen; finito, múltiple, variado y equilibrado en todos sus efectos.
En medio de todas las discusiones leales de los hombres; y digo leales porque muchas las guía la pasión, el orgullo, la vanidad o el interés; en medio de todas aquellas queremos concluir lo que es de lo discutido. Cada vez que nos encontramos con la Verdad de lo que es nos encontramos también con Aquel Pensamiento infinito de Dios que lo pensó primero y lo quiso amándolo para que fuera.
Estos son los Derechos de la Verdad y los Derechos del Amor.
En cada acierto, en cada afirmación correcta, en la defensa viril de la Verdad, en la humildad de reconocerla cuando la afirma el adversario, en la búsqueda afanosa de decir con justeza y de vivir con justicia, en todo eso hay como un atisbo de la Verdad y del Amor que son de Dios. Por eso Verdad y Amor van juntos como están juntos en Dios. No puedo pelear por la Verdad y la Doctrina y no ser veraz y justo en mi conducta. El respeto de la Verdad exige el respeto del Amor; de nada vale la Doctrina en quien no tiene caridad para decirla y enseñarla. Claro está que es grandioso defender la Verdad pero esa Verdad debe salvarnos sinó haríamos sólo la obra efímera de mostrarla sin seguirla. Por eso el Evangelio de San Juan encierra tres frases profundísimas de Nuestro Señor Jesucristo:
San Juan III, 21: “Quien hace, pues, la Verdad llega a la luz”. (No sólo decirla sinó decirla y hacerla)
San Juan XVII, 17: “Santifícalos en la Verdad”. (Verdad, entonces, que debiera santificar).
San Juan VIII, 32: “La Verdad os hará libres”. (Con la libertad más grande de quien sirve a la Gracia y vive de ella).
La Verdad y el Amor, como en Dios mismo, van juntos en la obra de Dios. La Verdad y el Amor de Él proceden y por eso merecen la reverencia de nuestra inteligencia y la condescendencia de nuestra voluntad; es como una genuflexión de nuestras almas a lo que Dios pensó y quiso de cosas y hombres.
Esta especie de genuflexión espiritual que es esa reverencia y aquella condescendencia deben regir nuestros estudios, la defensa de la Doctrina, la enseñanza, la discusión respetuosa con quien dice o piensa distinto, aún lo que digamos al que yerra.
Así hizo siempre la Santa Iglesia, nunca dejó de decir la Verdad, nunca la ensombreció para alcanzar favores o componendas, nunca dejó de llamar error o herejía a lo que lo era aunque rezó por el hereje y le esperó maternalmente para que se convirtiera. Con más razón todavía no podemos defender la Verdad y la Doctrina gastando nuestras horas en hablar mal de los demás, en hacer lucir defectos personales, en denigrar a los otros por cosas que no hacen ni a la Verdad ni a la Doctrina y menos al Amor. Por eso dirá San Pablo a su discípulo San Timoteo: “Atende tibi et doctrinae” (I Tim. IV, 16) “Considérate a ti y a la doctrina”, se bueno y di Verdad.
Quizás, y nó sin ayuda foránea, muchas veces sucede hoy lo contrario en quienes defienden la Fe. Recordemos: La Fe, la Verdad, el Amor tienen Derechos impostergables. No es normal, criterioso ni justo defenderlos hiriendo innecesariamente a los demás, pero sí es imperativo defenderlos. Tampoco es normal, criterioso ni justo sentirse atacado e insultado cuando alguien de buena manera y con razones nos arguye en contrario. La Verdad y el Amor ponen sus condiciones para decirlas y para escucharlas.
La Fe es, sobremanera, reverencia a la Verdad de Dios, necesariamente entonces debe ser reverencia a su Amor, a su Gracia, a la muerte de su Hijo Quien por todos murió, por nosotros, por nuestros adversarios, por nuestros enemigos. No abdiquemos la Verdad, no renunciemos al Amor de Dios y de los otros. Por la Verdad de confesarse Hijo de Dios y por el bien de salvarnos murió Jesucristo Nuestro Señor. El discípulo ha de seguir a su Maestro, los Santos siempre obraron así.

Ave María Purísima

18 de Octubre del 2008

+ Mons. Andrés Morello.

viernes, 31 de octubre de 2008

Fiesta de Cristo Rey


CONSAGRACIÓN DEL GÉNERO HUMANO
AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Ordenada por S. S. Pío XI para el día de Cristo Rey (último domingo de octubre), compuesta por S.S. León XIII

Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano, miradnos humildemente postrados delante de vuestro altar; vuestros somos y vuestros queremos ser y a fin de poder vivir más estrechamente unidos con Vos, todos y cada uno espontáneamente nos consagramos en este día a vuestro Sacratísimo Corazón.
Muchos, por desgracia, jamás os han conocido; muchos, despreciando vuestros mandamientos, os han desechado. Oh Jesús benignísimo, compadeceos de los unos y de los otros, y atraedlos a todos a vuestro Corazón Sacratísimo.
Oh Señor, sed Rey, no sólo de los hijos fieles que jamás se han alejado de Vos, sino también de los pródigos que os han abandonado; haced que vuelvan pronto a la casa paterna, para que no perezcan de hambre y de miseria. Sed Rey de aquellos que, por seducción del error o por espíritu de discordia, viven separados de Vos: devolvedlos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para que en breve, se forme un solo rebaño bajo un solo Pastor. Sed Rey de los que permanecen todavía envueltos en las tinieblas de la idolatría o del islamismo; dignaos atraerlos a todos a la luz de vuestro reino.

Mirad, finalmente, con ojos de misericordia a los hijos de aquel pueblo que en otro tiempo fue vuestro predilecto: descienda también sobre ellos como bautismo de redención y de vida, la sangre que un día contra sí reclamaron. Conceded, oh Señor, incolumidad y libertad segura a vuestra Iglesia; otorgad a todos los pueblos la tranquilidad en el orden; haced que del uno al otro confín de la tierra no suene sino esta voz: ¡Alabado sea el Corazón Divino, causa de nuestra salud, a Él se entonen cánticos de honor y de gloria por los siglos de los siglos! Amén.

Lea el texto completo de la encíclica Quas Primas de S.S. Pio XI proclamando al mundo la realeza de Cristo, su dominio sobre las almas de los individuos y sobre la sociedad.


Padre Esquives

miércoles, 8 de octubre de 2008

Enciclica “Mortalium animos” de S.S. Pio XI



Aqui ponemos parte de la Encíclica “Mortalium animos” de S.S. Pio XI.
Gracias a Dios todavía tenemos la guía del Magisterio de estos Santos pontífices que señalaron el error y a los enemigos de la Fe. Esperamos sirva su comparación para quienes no ven el falso camino por el que se quiere llevar a los fieles


S.S.Pio XI - "Mortalium animos"

Y aquí se Nos ofrece ocasión de exponer y refutar una falsa opinión de la cual parece depender toda esta cuestión, y en la cual tiene su origen la múltiple acción y confabulación el de los católicos que trabajan, como hemos dicho, por la unión de las iglesias cristianas. Los autores de este proyecto no dejan de repetir casi infinitas veces las palabras de Cristo: "Sean todos una misma cosa. Habrá un solo rebaño y un solo pastor" (14), mas de tal manera :las entienden, que, según ellos, sólo significan un deseo y una aspiración de Jesucristo, deseo que todavía no se ha realizado. Opinan, pues, que la unidad de fe y de gobierno, nota distintiva de la verdadera y única Iglesia de Cristo, no ha existido casi nunca hasta ahora, y ni siquiera hoy existe: podrá, ciertamente, desearse, y tal vez algún día se consiga, mediante la concordante impulsión de las voluntades; pero en entre tanto, habrá que considerarla sólo como un ideal.
Añaden que la Iglesia, de suyo o por su propia naturaleza, está dividida en partes, esto es, se halla compuesta de varias comunidades distintas, separadas todavía unas de otras, y coincidentes en algunos puntos de doctrina, aunque discrepantes en lo demás, y cada una con los mismos derechos exactamente que las otras; y que la Iglesia sólo fue única y una, a lo sumo desde la edad apostólica hasta tiempos de los primeros Concilios Ecuménicos. Sería necesario pues -dicen-, que, suprimiendo y dejando a un lado las controversias y variaciones rancias de opiniones, que han dividido hasta hoy a la familia cristiana, se formule se proponga con las doctrinas restantes una norma común de fe, con cuya profesión puedan todos no ya reconocerse, sino sentirse hermanos. y cuando las múltiples iglesias o comunidades estén unidas por un pacto universal, entonces será cuando puedan resistir sólida y fructuosamente los avances de la impiedad...
Esto es así tomando las cosas en general, Venerables Hermanos; mas hay quienes afirman y conceden que el llamado Protestantismo ha desechado demasiado desconsideradamente ciertas doctrinas fundamentales de la fe y algunos ritos del culto externo ciertamente agradables y útiles, los que la Iglesia Romana por el contrario aún conserva; añaden sin embargo en el acto, que ella ha obrado mal porque corrompió la religión primitiva por cuanto agregó y propuso como cosa de fe algunas doctrinas no sólo ajenas sino más bien opuestas al Evangelio, entre las cuales se enumera especialmente el Primado de jurisdicción que ella adjudica a Pedro y a sus sucesores en la sede Romana.
En el número de aquellos, aunque no sean muchos, figuran también los que conceden al Romano Pontífice cierto Primado de honor o alguna jurisdicción o potestad de la cual creen, sin embargo, que desciende no del derecho divino sino de cierto consenso de los fieles. Otros en cambio aun avanzan a desear que el mismo Pontífice presida sus asambleas,(¿tendrá algún parecido a lo que veremos comenzar el domingo?) las que pueden llamarse "multicolores". Por lo demás, aun cuando podrán encontrarse a muchos no católicos que predican a pulmón lleno la unión fraterna en Cristo, sin embargo, hallarás pocos a quienes se ocurre que han de sujetarse y obedecer al Vicario de Jesucristo cuando enseña o manda y gobierna. Entre tanto asevera que están dispuestos a actuar gustosos en unión con la Iglesia Romana, naturalmente en igualdad de condiciones jurídicas, o sea de iguales a igual: mas si pudieran actuar no parece dudoso de que lo harían con la intención de que por un pacto o convenio por establecerse tal vez, no fueran obligados a abandonar sus opiniones que constituyen aun la causa por qué continúan errando y vagando fuera del único redil de Cristo.

Siendo todo esto así, claramente se ve que ni la Sede Apostólica puede en manera alguna tener parte en dichos Congresos, ni de ningún modo pueden los católicos favorecer ni cooperar a semejantes intentos; y si lo hiciesen, darían autoridad a una falsa religión cristiana, totalmente ajena a la única y verdadera Iglesia de Cristo.
¿Y habremos Nos de sufrir -cosa que sería por todo extremo injusta- que la verdad revelada por Dios, se rindiese y entrase en transacciones? Porque de lo que ahora se trata es de defender la verdad revelada. Para instruir en la fe evangélica a todas las naciones envió Cristo por el mundo todo a los Apóstoles; y para que éstos no errasen en nada, quiso que el Espíritu Santo les enseñase previamente toda la verdad (15); ¿y acaso esta doctrina de los Apóstoles ha descaecido del todo, o siquiera se ha debilitado alguna vez en la Iglesia, a quien Dios mismo asiste dirigiéndola y custodiándola? Y si nuestro Redentor manifestó expresamente que su Evangelio no sólo era para los tiempos apostólicos, sino también para las edades futuras, ¿habrá podido hacerse tan obscura e incierta la doctrina de la Fe, que sea hoy conveniente tolerar en ella hasta las opiniones contrarias entre sí? Si esto fuese verdad, habría que decir también que el Espíritu Santo infundido en los apóstoles, y la perpetua permanencia del mismo Espíritu en la Iglesia, y hasta la misma predicación de Jesucristo, habría perdido hace muchos siglos toda utilidad y eficacia; afirmación que sería ciertamente blasfema.

Podrá parecer que dichos "pancristianos", tan atentos a unir las iglesias, persiguen el fin nobilísimo de fomentar la caridad entre todos los cristianos, Pero, ¿cómo es posible que la caridad redunde en daño de la fe? Nadie, ciertamente, ignora que San Juan, el Apóstol mismo de la caridad, el cual en su Evangelio parece descubrirnos los secretos del Corazón Santísimo de Jesús, y que solía inculcar continuamente a sus discípulos el nuevo precepto Amaos unos a los otros, prohibió absolutamente todo trato y comunicación con aquellos que no profesasen, íntegra y pura, la doctrina de Jesucristo: Si alguno viene a vosotros y no trae esta doctrina, no le recibáis en casa, y ni siquiera le saludéis (18), Siendo, pues, la fe íntegra y sincera, como fundamento y raíz de la caridad, necesario es que los discípulos de Cristo estén unidos principalmente con el vínculo de la unidad de fe.” (S.S. Pio XI Enc. Mortalium animos, 6 de enero de 1928)


Version completa de la Enciclica "Mortalius animos" de S.S. Pio XI

lunes, 29 de septiembre de 2008

Quienes somos...


Somos un grupo de católicos, sacerdotes y laicos, que en Argentina y otros países de Hispanoamérica deseamos con toda nuestra alma vivir el espíritu tradicional de nuestra Santa Fe Católica, que la misma sea conocida y propagada por todo el mundo, y guiados por su magisterio secular cumplir con el precepto que Nuestro Señor dio a sus discípulos “ID y predicad a toda criatura Quien creyere y se bautizare se salvará; quien no creyere ni se bautizare se condenará.”

Propaganda Católica nace como un homenaje a los Santos Pontífices, Mártires, Confesores y Santas Vírgenes que han ofrendado su vida y trabajo en propagar nuestra Santa Fe Católica. Esa fue la intención de los Pontífices que le han dado vida y estructura al dicasterio que cumplía con este objetivo. Sabemos perfectamente que no será nuestro trabajo del agrado de todo el que lo lea, mayormente de quienes no comparten nuestra Fe, pero supla nuestra intención de hacerles un bien y llevarlos al conocimiento de la verdad, tales incomodidades. Pues sabemos que no todo medicamento es dulce al enfermo, ni todo martilleo en el trabajo del escultor es suave como su resultado final. La Verdad Suprema , Cristo Nuestro Señor, no fue la excepción en la incomprensión de su ministerio, el discípulo no es mas que el maestro y este es nuestro consuelo. Nuestro fin no es innovar sino transmitir aquello que hemos recibido, EL DEPÓSITO DE LA FE, “Tradidi quod et accepi” (Transmití lo que recibí) dijo hermosamente San Juan en una de sus epístolas y ese es nuestro objetivo. Te encontrarás estimado lector con un sin fin de documentos que te llevarán a conocer la situación crítica que vivimos; las noticias de aquellos que dan coces contra el aguijón, atacando o tratando de destruir nuestra Fe o bien revelándose contra la verdad; las obras de los que han construido para llevarnos a Dios y de quienes siguen su ejemplo el día de hoy. Unas veces nos gozaremos, otras nos lamentaremos, otras mas obraremos... Preguntémonos, ¿encontrará fe en la tierra Nuestro Señor, cuando vuelva por segunda vez?..., ¡no será cosa fácil! pero mantenerla nos pertenece y propagarla es nuestro deber, pues seguros estamos que Él ha vencido al mundo, que Él estará con nosotros hasta el fin de los tiempos y las puertas del infierno no prevalecerán. A Dios pedimos su Gracia, a su Madre Santísima su protección, a ti, estimado lector, que nos acompañes con tu oración para que seamos fieles en PROPAGAR la Fe que hemos recibido en el bautismo, que hemos aceptado defender en nuestra confirmación, como valientes soldados, y de la cual deseamos ser ministros fieles en el sacerdocio.

Si Usted esta interesado en conocer nuestro Proyecto, colaborar con la Obra o recibir Ayuda Espiritual, por favor pongase en contacto con nosotros

Correo electronico propagandacatolica@gmail.com

Vision de Leon XIII


LA ORACIÓN A SAN MIGUEL ARCÁNGEL

San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla; sé
nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas
del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes,
y tú, Príncipe de la Milicia Celestial, arroja al infierno
con el divino poder a Satanás y a los demás espíritus
malignos que andan dispersos por el mundo
para la perdición de las almas.



¿Cómo nació esta oración?
El padre Domenico Pechenino escribe: "No recuerdo el año exacto. Una mañana el Sumo Pontífice León XIII había celebrado la santa misa y estaba asistiendo a otra de agradecimiento, como era habitual. De pronto, le vi levantar enérgicamente la cabeza y luego mirar algo por encima del celebrante. Miraba fijamente, sin parpadear, pero con un aire de terror y de maravilla, demudado. Algo extraño, grande, le ocurría.
Finalmente, como volviendo en sí, con un ligero pero enérgico ademán, se levanta. Se le ve encaminarse hacia un despacho privado. Los familiares le siguen con premura y ansiedad. Le dicen en voz baja: "Santo Padre, ¿no se siente bien? ¿Necesita algo?" Responde: "Nada, nada". Luego comentaría: «Vi demonios y oí sus crujidos, sus blasfemias, sus burlas. Oí la espeluznante voz de Satanás desafiando a Dios, diciendo que él podía destruir la Iglesia y llevar a todo el mundo al infierno si se le daba suficiente tiempo y poder. Satanás le pidió permiso a Dios de tener 100 años para influenciar al mundo como nunca antes había podido hacerlo». Pudo ver también a San Miguel Arcángel aparecer y lanzar a Satanás con su legiones en el abismo del infierno.
Se encierra en su despacho, y al cabo de media hora hace llamar al secretario de la Congregación de Ritos y, dándole un folio, le manda imprimirlo y enviarlo a todos los obispos diocesanos del mundo. ¿Qué contenía? La oración que rezamos al final de la misa junto con el pueblo, con la súplica a María y la encendida invocación al príncipe de las milicias celestiales, implorando a Dios que vuelva a lanzar a Satanás al infierno".
En aquel escrito se ordenaba también rezar esas oraciones de rodillas. Lo antes escrito, que también había sido publicado en el periódico La settimana del clero el 30 de marzo de 1947, no cita las fuentes de las que se tomó la noticia. Pero de ello resulta el modo insólito en que se ordenó rezar esa plegaria, que fue expedida a los obispos diocesanos en 1886. Como confirmación de la que escribió el padre Pechenino tenemos el autorizado testimonio del cardenal Nasalli Rocca que, en su carta pastoral para la cuaresma, publicada en Bolonia en 1946, escribe:

"León XIII escribió él mismo esa oración. La frase [los demonios] "que vagan por el mundo para perdición de las almas" tiene una explicación histórica, que nos fue referida varias veces por su secretario particular, monseñor Rinaldo Angeli. León XIII experimentó verdaderamente la visión de los espíritus infernales que se concentraban sobre la Ciudad Eterna (Roma); de esa experiencia surgió la oración que quiso hacer rezar en toda la Iglesia. El la rezaba con voz vibrante y potente: la oímos muchas veces en la basílica vaticana. No sólo esto, sino que escribió de su puño y letra un exorcismo especial contenido en el Ritual romano (edición de 1954, tít. XII, c. III, pp. 863 y ss.). El recomendaba a los obispos y los sacerdotes que rezaran a menudo ese exorcismo en sus diócesis parroquiales. El, por su parte, lo rezaba con mucha frecuencia a lo largo del día".



EXORCISMO CONTRA SATANÁS
Y LOS ÁNGELES REBELDES

Publicado por orden de Su Santidad León XIII


En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo
Salmo 67.Levántese Dios y sean dispersados sus enemigos y huyan de su presencia los que le odian.
Como se disipa el humo se disipen ellos, como, se derrite la cera ante el fuego, así perecerán los impíos ante Dios.

Salmo 34.

Señor, pelea contra los que me atacan; combate a los que luchan contra mí.
Sufran una derrota y queden avergonzados los que me persiguen a muerte.
Vuelvan la espalda llenos de oprobio los que maquinan mi perdición.
Sean como polvo frente al viento cuando el Ángel del Señor los desbarate.
Sea su camino oscuro y resbaladizo, cuando el Ángel del Señor los persiga.
Porque sin motivo me tendieron redes de muerte, sin razón me abrieron trampas mortales.
Que les sorprenda un desastre imprevisto, que los enrede la red que para mí escondieron; que caigan en la misma trampa que me abrieron.
Mi alma se alegra con el Señor y gozará de su salvación.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

Súplica a San Miguel Arcángel

Gloriosísimo príncipe de la milicia celestial, Arcángel San Miguel, defiéndenos en la lucha que mantenemos combatiendo "contra los principados y potestades, contra los caudillos de este mundo tenebroso, contra los espíritus malignos esparcidos por los aires" (Ef. 6, 12). Ven en auxilio de los hombres que Dios creó incorruptibles a su imagen y semejanza (Sap. 2, 23), y a tan "alto precio rescatados" (I Cor. 6, 20) de la tiranía del demonio. Con las huestes de los ángeles buenos pelea hoy los combates del Señor, como antaño luchaste contra Lucifer, corifeo de la soberbia y contra sus ángeles apóstatas. Ellos no pudieron vencer, y perdieron su lugar en el Cielo. "Fue precipitado el gran dragón, la antigua serpiente el denominado diablo y Satanás, el seductor del universo: fue precipitado a la tierra y con él fueron arojados sus ángeles" (Apoc. 12,.8-9).
He aquí que el antiguo enemigo y homicida se ha erguido con vehemencia. Disfrazado de "ángel de luz" (II Cor. 11, 14) con la escolta de todos los espíritus malignos rodea e invade la tierra entera, y se instala en todo lugar, con el designio de borrar allí el nombre de Dios y de su Cristo, de arrebatar las almas destinadas a la corona de la gloria eterna, de destruirlas y perderlas para siempre. Como el más inmundo torrente, el maligno dragón derramó sobre los hombres de mente depravada y corrompido corazón, el veneno de su maldad: el espíritu de la mentira, de la impiedad y de la blasfemia; el letal soplo de la lujuria, de todos los vicios e iniquidades.
Los más taimados enemigos han llenado de amargura a la Iglesia, esposa del Cordero Inmaculado, le han dado a beber ajenjo, han puesto sus manos impías sobre todo lo que para Ella es más querido. Donde fueron establecidas la Sede de San Pedro y la Cátedra de la Verdad como luz para las naciones, ellos han erigido el trono de la abominación de la impiedad, de suerte que, golpeado el Pastor, pueda dispersarse la grey. Oh invencible adalid, ayuda al pueblo de Dios contra la perversidad de los espíritus que le atacan y dale la victoria.
La Iglesia te venera como su guardián y patrono, se gloría que eres su defensor contra los poderes nocivos terrenales e infernales; Dios te confió las almas de los redimidos para colocarlos en el estado de la suprema felicidad. Ruega al Dios de la paz que aplaste al demonio bajo nuestros pies, para que ya no pueda retener cautivos a los hombres y dañar a tu Iglesia. Ofrece nuestras oraciones al Altísimo, para que cuanto antes desciendan sobre nosotros las misericordias del Señor (Salmo 78, 8), y sujeta al dragón, la antigua serpiente, que es el diablo y Satanás, y, una vez encadenado, precipítalo en el abismo, para que nunca jamás pueda seducir a las naciones (Apoc. 20).
Después de esto, confiados en tu protección y patrocinio, con la sagrada autoridad de la Santa Madre Iglesia, nos disponemos a rechazar la peste de los fraudes diabólicos, confiados y seguros en el Nombre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor.
He aquí la Cruz del Señor, huid poderes enemigos.
R. Ha vencido el León de la tribu de Judá, la raíz de David.
Señor, que tu misericordia venga sobre nosotros.
R. Como lo esperamos de Ti.
Señor, escucha nuestra oración.
R. Y llegue a Ti nuestro clamor.
(El Señor esté con vosotros. (Sólo si es un sacerdote)
R. Y con tu espíritu).
Oremos. Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, invocamos tu santo Nombre y suplicantes imploramos tu clemencia, para que, por la intercesión de la Inmaculada siempre Virgen María Madre de Dios, del Arcángel San Miguel, de San José Esposo de la Santísima Virgen, de los santos Apóstoles Pedro y Pablo y de todos los Santos, te dignes prestarnos tu auxilio contra Satanás y todos los demás espíritus inmundos que vagan por el mundo para dañar al género humano y para la perdición de las almas. Amén.
Exorcismo: Te exorcizamos todo espíritu maligno, poder satánico, ataque del infernal adversario, legión, concentración y secta diabólica, en el nombre y virtud de Nuestro Señor Jesu + cristo, para que salgas y huyas de la Iglesia de Dios, de las almas creadas a imagen de Dios y redimidas por la preciosa Sangre del Divino Cordero +. En adelante no oses, perfidísima serpiente, engañar al género humano, perseguir a la Iglesia de Dios, zarandear a los elegidos y cribarlos como el trigo +. Te lo manda Dios Altísimo, a quien en tu insolente soberbia aún pretendes asemejarte, "el cual quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (II Tim. 2). Te lo manda Dios Padre + te lo manda Dios Hijo +; te lo manda Dios Espíritu Santo +. Te lo manda la majestad de Cristo, el Verbo eterno de Dios hecho hombre, quien para salvar a la estirpe perdida por tu envidia, "se humilló a sí mismo hecho obediente hasta la muerte" (Fil. 2); el cual edificó su Iglesia sobre roca firme, y reveló que los "poderes del infierno nunca prevalecerían contra ella, Él mismo había de permanecer con ella todos los días hasta el fin de los tiempos" (Mat. 28, 20). Te lo manda el santo signo de la Cruz y la virtud de todos los Misterios de la fe cristiana +. Te lo manda la excelsa Madre de Dios, la Virgen María, quien con su humildad desde el primer instante de su Inmaculada Concepción aplastó tu orgullosa cabeza +.
Te lo manda la fe de los santos Apóstoles Pedro y Pablo y de los demás Apóstoles +. Te lo manda la sangre de los mártires y la piadosa intercesión de todos los Santos y Santas +. Por tanto, maldito dragón y toda legión diabólica, te conjuramos por Dios + vivo, por Dios + verdadero, por Dios + santo, que "de tal modo amó al mundo que entrego a su unigénito Hijo, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que viva la vida eterna" (Juan 3); cesa de engañar a las criaturas humanas y deja de suministrarles el veneno de la eterna perdición; deja de dañar a la Iglesia y de poner trabas a su libertad. Huye Satanás, inventor y maestro de toda falacia, enemigo de la salvación de los hombres. Retrocede ante Cristo, en quien nada has hallado semejante a tus obras. Retrocede ante la Iglesia una, santa, católica y apostólica, la que el mismo Cristo adquirió con su Sangre. Humíllate bajo la poderosa mano de Dios. Tiembla y huye, al ser invocado por nosotros el santo y terrible Nombre de Jesús, ante el que se estremecen los infiernos, a quien están sometidas las Virtudes de los cielos, las Potestades y las Dominaciones; a quien los Querubines y Serafines alaban con incesantes voces diciendo: Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios de los Ejércitos.
Señor, escucha mi oración.
R. Y llegue a Ti mi clamor.
(El Señor esté con vosotros. (Sólo si es un sacerdote)
R. Y con tu espíritu).
Oremos. Dios del Cielo y de la tierra, Dios de los Ángeles, Dios de los Arcángeles, Dios de los Patriarcas, Dios de los Profetas, Dios de los Apóstoles, Dios de los Mártires, Dios de los Confesores, Dios de las Vírgenes, Dios que tienes el poder de dar la vida después de la muerte, el descanso después del trabajo, porque no hay otro Dios fuera de Ti, ni puede haber otros sino Tú mismo, Creador de todo lo visible y lo invisible, cuyo reino no tendrá fin: humildemente te suplicamos que tu gloriosa Majestad se digne libramos eficazmente y guardamos sanos de todo poder, lazo, mentira y maldad de los espíritus infernales. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.
De las asechanzas del demonio.
R. Líbranos, Señor.
Haz que tu Iglesia te sirva con segura libertad.
R. Te rogamos, óyenos.
Dígnate humillar a los enemigos de tu Iglesia.
R. Te rogamos, óyenos.
(Se rocía con agua bendita el lugar y a los presentes).
Señor, no recuerdes nuestros delitos ni los de nuestros padres, ni tomes venganza de nuestros pecados (Tobías 3, 3).
Padre nuestro ...


lunes, 1 de septiembre de 2008

Bula Quo Primum Tempore


Desde el primer instante de nuestra elevación a la cima de la jerarquía Eclesiástica NOS hemos dirigido con agrado todo nuestro ánimo hacia aquellas cosas que por su naturaleza tienden a conservar la pureza del culto de la Iglesia, y con la ayuda de DIOS Nos hemos esforzado en realizarlas en plenitud, poniendo en ello todo nuestro cuidado. Como entre otras decisiones del Santo Concilio de Trento, Nos incumbe decidir la edición y reforma de los libros sagrados, el Catecismo, el Breviario y el Misal, después de haber ya, gracias a DIOS, editado el Catecismo, para la instrucción del pueblo y para que sean rendidas a DIOS las alabanzas que le son debidas; corregido completamente el Breviario, para que el Misal corresponda al Breviario (lo que es normal y natural, ya que es sumamente conveniente que no haya en la Iglesia de DIOS más que una sola manera de salmodiar, un solo rito para la Misa).

Nos pareció necesario pensar lo más pronto posible en lo que faltaba por hacer en este campo, a saber, editar el mismo Misal. Es por esto que Nos hemos estimado deber confiar este cargo a sabios escogidos; y de hecho son ellos, quienes, después de haber reunido cuidadosamente todos los manuscritos, no solamente los antiguos de nuestra Biblioteca Vaticana, sino también otros buscados en todas partes, corregidos y EXENTOS de alteración, así como las decisiones de los Antiguos y los escritos de autores estimados que no nos han dejado documentos relativos a la organización de estos mismos ritos, han restablecido el mismo Misal conforme a la regla y a los ritos de los Santos Padres.

Una vez éste revisado y corregido, después de madura reflexión, para que todos se aprovechen de esta disposición y del trabajo que hemos emprendido, Nos hemos ordenado que fuese impreso en Roma, lo más pronto posible, y que una vez impreso, fuese publicado, a fin de que los sacerdotes sepan con certeza qué oraciones deben utilizar, cuáles son los ritos y cuáles las ceremonias que deben, bajo OBLIGACIÓN, conservar en adelante en la celebración de las Misas: para que todos acojan por todas partes y observen lo que les ha sido transmitido por la Iglesia Romana, Madre y Maestra de todas las otras Iglesias y para que en adelante y para el tiempo futuro perpetuamente, en todas las iglesias, patriarcales, catedrales, colegiatas, y parroquiales, de todas las provincias de la cristiandad, seculares o de no importa qué Ordenes Monásticas, tanto de hombres como de mujeres, aún Ordenes Militares regulares y en las iglesias y capillas sin cargo de almas, en las cuales la celebración de la Misa conventual en voz alta con el coro, o en voz baja siguiendo el rito de la Iglesia Romana es costumbre u obligación, no se canten o no se reciten otras fórmulas que aquellas conformes al Misal que Nos hemos publicado, aún si estas mismas iglesias han obtenido una dispensa cualquiera por un indulto de la Sede Apostólica, por el hecho de una costumbre, de un privilegio o de un juramento mismo, o por una confirmación apostólica, o están dotados de otros permisos cualesquiera; a menos que después de que se hubiere establecido la costumbre, esta última o la institución misma hayan sido observadas sin interrupción en estas mismas iglesias por la celebración de Misas durante más de doscientos años. En este caso Nos no suprimimos a ninguna de estas iglesias su institución o costumbre de celebrar la Misa; pero si este Misal que Nos hemos hecho publicar les agrada más, con la aprobación y consejo del Obispo o del Prelado, o del conjunto del Capítulo, Nos permitimos que, no obstando nada en contrario, ellas puedan celebrar la Misa siguiendo éste.

Pero, ciertamente, al retirar a todas las iglesias antes mencionadas el uso de sus misales propios y dejarlos totalmente, determinamos que a este Misal justamente ahora publicado por Nos, nada se le añada, quite o cambie en ningún momento y en esta forma Nos lo decretamos y Nos lo ordenamos a PERPETUIDAD, bajo pena de nuestra indignación, en virtud de nuestra constitución, Nos hemos decidido para el conjunto y para cada una de las iglesias enumeradas arriba, ... que ellos deberán, en virtud de la santa obediencia, abandonar en el futuro y enteramente todos los otros principios y ritos, por antiguos que sean, provenientes de otros misales, los cuales han tenido el hábito de usar, y cantar o decir la Misa según el rito, la manera y la regla que Nos enseñemos por este Misal y que ellos no podrán permitirse añadir, en la celebración de la Misa, otras ceremonias ni recitar otras oraciones que las contenidas en el Misal. Y aún, por las, disposiciones de la presente y en nombre de nuestra Autoridad Apostólica, Nos concedemos y acordamos que este mismo Misal podrá ser seguido en la totalidad en la Misa cantada o leída en todas las iglesias, sin ningún escrúpulo de conciencia y sin incurrir en ningún castigo, condenación o censura y que podrá válidamente usarse, libre y lícitamente y ESTO A PERPETUIDAD (etiam perpetuo). Y de una manera análoga, Nos hemos decidido y declaramos que los Superiores, Administradores, Canónigos, Capellanes y otros Sacerdotes o religiosos de una Orden cualquiera, no pueden ser obligados a celebrar la Misa de otra manera diferente a como Nos la hemos fijado y que JAMÁS NADIE, quienquiera que sea podrá contradecirles o FORZARLES A CAMBIAR DE MISAL o anular la presente instrucción o a modificarla, sino que ella estará siempre en vigor y válida con toda fuerza, no obstante las decisiones anteriores y las Constituciones Generales o Especiales emanadas de Concilios Provinciales o Generales, ni tampoco el uso de las iglesias antes mencionadas, confirmadas por una regla muy antigua e inmemorial, ni las decisiones ni las costumbres contrarias cualesquiera que sean.

Nos queremos, al contrario, y Nos lo decretamos con la misma autoridad, que después de la publicación de la presente constitución así como del Misal, TODOS LOS SACERDOTES que estén presentes en la Curia Romana están obligados a cantar o a decir Misa según este Misal, dentro de un mes .....

... QUE ABSOLUTAMENTE NADIE, POR CONSIGUIENTE, PUEDA ANULAR ESTA PAGINA QUE EXPRESA NUESTRO PERMISO, NUESTRA DECISIÓN, NUESTRA ORDEN, NUESTRO MANDAMIENTO, NUESTRO PRECEPTO, NUESTRA CONCESIÓN, NUESTRO INDULTO, NUESTRA DECLARACIÓN, NUESTRO DECRETO, NUESTRA PROHIBICIÓN, NI OSE TEMERARIAMENTE IR EN CONTRA DE ESTAS DISPOSICIONES. SI, A PESAR DE ELLO, ALGUIEN SE PERMITIESE UNA TAL ALTERACIÓN, SEPA QUE INCURRE EN LA INDIGNACIÓN DE DIOS TODOPODEROSO Y SUS BIENAVENTURADOS APÓSTOLES PEDRO Y PABLO.

Dado en Roma, año 1570, quinto de nuestro pontificado.

PIO V