miércoles, 27 de febrero de 2013

La Capita de Armiño


La Capita de Armiño
           
      Hace algunos días el Cardenal responsable del Dicasterio de las Familias afirmaba públicamente que deberían respetarse los bienes comunes de las uniones entre personas del mismo sexo. (Diríamos nosotros que deben respetarse los bienes privados, pero en cuanto privados ya que hay bienes comunes sólo en donde hay comunidad y una unión contra natura no lo es).
            Una semana después, el 11 de febrero del 2013, Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, abdicaba al puesto que ocupa, abdicación efectiva a partir del próximo 28 de febrero a las 22 horas de Roma.
            Haciendo a un lado el asombro general que causaran estos acontecimientos, a los ojos del lego, pareciera esta abdicación un efecto de las declaraciones anteriores del citado Cardenal o, al menos, la renuncia de un viejo guerrero que, aunque de avanzada, no pudo ya contener la marea impetuosa, subyacente, de otros menos moderados que él; un guerrero que aunque modernista desde siempre no quiere clérigos degenerados y desgastó su resistencia ante tantos escándalos que debió enfrentar.
            La vejez, las fuerzas disminuidas, la renuncia a continuar ocupando el puesto más alto de la humanidad, aunque fuera de hecho y no de derecho, despiertan naturalmente en todos asombro; en muchos admiración; en las almas católicas una inusual reverencia.
            La figura de un Pontífice, real o supuesto, no se juzga por su respirar cansino, por su rostro demacrado o por su andar vacilante. “Ex operibus eorum cognoscetis eos” “Por sus obras los conoceréis” (San Lucas VI, 44).
            -Me dirá Usted que juzgo al Pontífice.
            -Nó Señor, juzgo si lo es o nó, porque nadie bueno hace cosas malas y ningún pontífice puede inducir a error a la Iglesia universal.
            El elemento de discernimiento lo dio Nuestro Señor, no lo dieron los hombres. Como si dijéramos “Eres según fuiste, no según pareces”.
            Claro está que nuestra pluma no absuelve ni condena al sujeto, juicio que sólo es de Dios. Sí podemos y debemos juzgar los hechos que son los que mandan y nos dicen qué sembró el sembrador según sea el fruto que se ve dar a lo sembrado. Sembrador que por oficio y por obligación debía necesariamente sembrar buena simiente, porque si el padre en vez de pan da veneno a sus hijos es entonces padre asesino  y si la paternidad no es física sino espiritual, ya no es tutor que cuida sino malefactor que hiere, daña y destruye a aquellos que confiaron en él viendo distinto de lo que en sus almas creían.
            Ratzinger, o si prefiere, Benedicto XVI no es una víctima.
            Si nosotros echamos una mirada retrospectiva a su mandato de hecho de estos últimos años no hay ni un solo paso hacia atrás en bien de la Tradición milenaria de la Iglesia, aunque la ingenuidad, verdadera o fingida, torpe o farisaica de algún Obispo tradicionalista vea todavía en él alguien que hizo bien a la tradición: “Por el momento pensé… Que Benedicto XVI haría un gesto final en calidad de Papa a favor de nosotros… Podría añadir que él actuó con valor, porque tuvo oposición”. (Panorama Católico 15/2/2013).
            Veamos algunos hechos significativos de estos últimos años:
° Desde su elección fue presentado por la prensa mundial como un “panzer Papa”, un tanque de guerra papal que enfrentaría a la línea más liberal de la Iglesia;
° En la “misa” de exequias de Juan Pablo II, por él celebrada, el primero en comulgar fue el Hermano Roger, en la mano, protestante, no católico, jefe de la comunidad protestante francesa de Taizé y uno de los mentores, durante Vaticano II, de la misa nueva;
° Confirmó con su firma y promulgación la herejía afirmada por la Congregación para la Doctrina de la Fe (Cardenal Levada, VIS 10 de julio del 2007, página 3) según la cual la Iglesia “subsiste” en la Iglesia Católica de manera plena, si bien las otras confesiones no católicas (anglicanos, luteranos, ortodoxos…) también son parte de la Iglesia, pero no plenamente;
° La misa nueva es el rito ordinario de la liturgia católica, santo y venerable… No correspondería brindar el derecho a celebrar la Misa Tradicional a aquellos que no reconocieran la misa nueva… La Misa Tradicional es sólo un rito extraordinario. (Motu proprio Summorum Pontificum);
° La repetición horrorosa de la Jornada de Asís (VIS, 28/10/2011);
° La Confirmación de la alianza nunca revocada del Antiguo Testamento;
° La presentación benigna de Juliano el Apóstata, asesino de mártires, en su primera Encíclica sobre la Caridad;
° La supresión del Limbo;
° El condón es un “principio de moralidad” en aquellos que no quieren enfermar a otro aunque estén matando la Gracia en ellos (VIS, 22/11/2010). Es lo mismo que fusilar con balas esterilizadas para que no haya riesgo de infección;
° La beatificación de Juan Pablo II;
° Su rezo en mezquitas y sinagogas;
° El anuncio escandaloso de la oficina de prensa del Vaticano del 22 de enero del 2013 acerca del nuevo Código de Derecho Canónico que brinda “la posibilidad de acoger en los sacramentos de la Iglesia Católica, aunque bajo condiciones específicas, a los cristianos no católicos” (Canon 844 del Nuevo Código, VIS, 22/01/13).
° Su real pensamiento acerca de Obispos, Sacerdotes y fieles tradicionalistas: “Tenemos que cuidarnos de minimizar estos movimientos. Sin lugar a dudas ellos representan un celo sectario que es la antítesis de la Catolicidad. No podemos resistirlos de forma suficientemente firme” (Joseph Ratzinger, Priciples of Catholic Theology, Ignatius Press, 1987, pág. 389-90);
° Levantó excomuniones inexistentes de los Obispos de la Fraternidad San Pio X manteniendo las de Mons. Lefebvre y de Mons. De Castro Mayer;
° Mantuvo conversaciones, acercamientos, entrevistas con el fin de “recibir” de nuevo en la comunión de la Iglesia a los que nunca la habían perdido pero que querían volver a la patria nunca abandonada en un real diálogo de sordos: “Dame lo que tengo, perdóname lo que no hice, desembarázame de lo que no me aplasta y así estaremos juntos, estando desunidos y creyendo lo contrario”.
           
Estas conversaciones, muertas antes de nacer, fueron un intento de deglutir a los tradicionalistas, al menos a una parte de ellos. Frustrado el intento, ya que Vaticano II es una valla insalvable e infranqueable que Roma no quiere quitar ni Benedicto XVI, quedó a la vista la necesaria fragmentación que aqueja a la Tradición en donde la coherencia se resigna delante del sentimiento y la Fe delante de un sello de autorización.
            El pontificado de hecho del saliente Benedicto XVI fue un huracán silencioso, un terremoto sigiloso que arrasó con los peñones católicos en pié.

            Su único gesto tradicional visible fue vestir la Museta Roja con Armiño “porque hacía frío”.


            No vemos nosotros en el campo sembrado más que el efecto de una mente fría en ejecución de sus determinaciones.
           
            No es una víctima, más bien es un victimario.
            Peor aún, la supuesta abdicación lo convierte  ahora en dechado de humildad, prolegómeno de alguna posterior beatificación.
            Lo nunca sucedido sucederá, abdica y se queda a vivir, enclaustrado, en un convento de clausura en el mismo estado del Vaticano de apenas 20 kilómetros cuadrados.
            Esa reclusión cercanísima hace que el monolito diamantino de la Autoridad Pontificia quede partido en dos, sujeto a la temporalidad, aquél que los siglos no pudieron conmover lo moverá el pequeño dedo del “Pontífice” (“Pronunciando su propia caducidad, el papado romano declarará urbi et orbi que, habiendo terminado su misión y su papel de iniciador, se disuelve libremente en su antigua forma, para dejar el campo libre a las operaciones superiores del nuevo Pontificado de la nueva Iglesia y del nuevo sacerdocio que él mismo instituirá canónicamente antes de exhalar el último suspiro”, Abate Roca-sacerdote apóstata- Glorioso centenario pp. 457 y 469) ; uno de los últimos bastiones quedará sujeto al incierto decidir de abdicaciones y presiones, no ya la monarquía vitalicia, perpetua, intangible. Jesucristo no dijo “Tu eres Pedro hasta que tú quieras” sinó simplemente “Tu eres Pedro”.
            Cuando los pontífices eran coronados con la Tiara Papal, el Cardenal Diácono le decía al nuevo Papa antes de coronarlo: “Accipe Tiaram tribus coronis ornatam, et scias te ese Patrem principum et regum, Rectorem orbis, et in terra Vicarium Salvatoris Nostri Jesu Christi, cui est honor et gloria in saecula saeculorum. Amen” “Recibe la Tiara adornada con tres coronas, para que sepas que eres Padre de príncipes y reyes, Rector del mundo y en la tierra Vicario del Salvador Nuestro Señor Jesucristo, a quien es el honor y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.”
            Padre de príncipes y reyes, no para que felicitara Presidentes abortistas o partidarios de los matrimonios homosexuales (ej. al Presidente de USA).
            Rector del mundo, no para que se complaciera con la “provechosa colaboración existente” con el Partido Comunista de Vietnam” (VIS, 22/01/13), recibiendo al Secretario General del Partido Comunista de Vietnam).
            Vicario del Salvador, no para rezar con aquellos que lo rechazan como Salvador (última reunión de Asís).

            Nosotros estamos en presencia de hombres sin Fe sobrenatural, hombres que aceptan sólo lo que su razón les autoriza, manifestación ante Dios y ante los postulados de la Fe de un orgullo desmedido y que en esa oposición se muestra necesariamente diabólico.
            El torque será mayor. La condescendencia no sirvió para hacer desaparecer lo que quedaba de católico. Lo que no pudo la sonrisa, lo intentará el puño.
           
            El combate por la Fe no es un combate simplemente humano, en este combate Dios no es ajeno, ni el Cielo, ni la Gracia. Es humano para los enemigos de Dios que no tienen ni a Dios ni al Cielo, ni la Gracia. Es combate que acaba como Dios quiso que acabe, no como ellos quieren. Lo que suceda entre medio no deja de ser anecdótico, temporal y pasajero. Siempre tendrá Dios quién sostenga su Cruz a los ojos de los hombres hasta que Él venga a cerrar los tiempos para siempre.
            Quiera Dios bendecirles.
                              +  Mons. Andrés Morello
                                            Patagonia Argentina, 20 de febrero del 2013.