miércoles, 4 de noviembre de 2009

CONVOCATORIA

Éste jueves habrá una segunda reunión en el Congreso para tratar el inicuo tema del “matrimonio” homosexual modificando el Código Civil Nacional. Tamaña aberración en contra de la ley natural y, en definitiva, en contra de Dios, no puede legalizarse como si fuese algo “normal”. Lamentablemente el “positivismo jurídico” –medio “filosófico” por el cual se justifica la legalización de las atrocidades más disparatadas e injustas- ha ganado la batalla en casi todas las personas que se dedican a legislar.

La convocatoria consiste en lo siguiente:

Muchos católicos, de diferentes agrupaciones, van y se presentan dónde se discutirán estos temas, algunos llevando pancartas, otros mostrándose contentos cuándo se defienden los derechos naturales y mostrándose descontentos cuándo la contranatura parece estar ganando. Hasta ahora, la batalla está en pié, los católicos han estado presentes y no pueden dejar de estarlo. Mientras más seamos en el testimonio, más efectiva será la reacción deseada. La medida que se planea tomar es sencillamente nefasta y no podemos quedarrnos sentado viendo como nuestra Patria y nuestras familias son destruidas sistemáticamente mediante la aprobación de estas aberraciones.

Es tiempo de actuar. Intentemos asistir. ES TIEMPO DE ACTUAR, ¡háganlo! ¡Debemos hacerlo! El futuro de nuestras familias está en riesgo. La Patria nos necesita, hoy más que nunca. Dios no quiere que desfallezcamos en el combate y éstas son oportunidades que la Providencia nos va poniendo en el camino. El padre Leonardo Castellani decía que Dios no nos pedirá las victorias realizadas, sino que nos pedirá ver las cicatrices que nos hemos merecido. No nos pedirá cuentas de si hemos ganado en la Tierra, sino que si hemos luchado por Él.

La convocatoria es para éste jueves 5 de Noviembre
En el Congreso: Av. Rivadavia 1851 piso 2, sala 1, a las 10.30hs.

Se ruega difundir

DESPERTAR, VIENE NUEVO ATAQUE A LA FAMILIA


Corporación de Abogados Católicos manifiesta...

Buenos Aires, 2 noviembre de 2009.-

Ante la existencia de dos proyectos de ley ingresados a la Cámara de Diputados de la Nación por los cuales se pretende legislar sobre el matrimonio homosexual, la Corporación de Abogados Católicos manifiesta al respecto que el requisito que exige nuestra ley civil de acuerdo al cual el matrimonio debe ser celebrado entre un hombre y una mujer, no puede ser modificado por legislador alguno, puesto que el matrimonio es una institución del orden natural –que existe grabada en la mente y en el corazón de los hombres-, o sea, que es propia de la naturaleza humana, basada en la naturaleza sexuada del hombre, que está encauzada a la fecundación, y la diferenciación sexual a la complementariedad, encontrándose la misma orientada al servicio de la intercomunicación interpersonal, y de esa manera, a la perfección de los integrantes de la pareja. La misma naturaleza impele a que se establezca cierta sociedad entre el varón y la mujer, y en eso consiste el matrimonio, existiendo una abismal diferencia con la unión de dos personas del mismo sexo, en que queda excluida la generación en forma natural. Quizás no esté de más señalar que el hecho de no admitirse el casamiento de dos personas del mismo sexo no constituye una discriminación injusta, no debiéndose olvidar que la discriminación no es cuestionable en sí misma, sino cuando se trata en forma desigual dos situaciones esencialmente iguales, no obstante no existir entre ellas diferencias cualitativas que justifiquen la aplicación de una solución distinta. Resulta sin duda erróneo calificar de injusta discriminación el hecho de no admitirse la celebración del matrimonio entre dos personas de igual sexo, pues en tal caso la discriminación tiene fundamento y se justifica, dada la esencial disparidad existente entre ese supuesto y el de la pareja heterosexual. Por otra parte, en el caso tampoco se violó la garantía de igualdad ante la ley -que implica gozar de iguales derechos en las mismas circunstancias-, ya que no se puede afirmar que sean iguales las circunstancias de las parejas heterosexuales unidas en matrimonio, uno de cuyos fines naturales es la procreación, y quienes, por ser del mismo sexo, no pueden procrear. Otorgarles a estas últimas el derecho a contraer matrimonio constituiría en buena parte un contrasentido básico, además de un desperfilamiento de la institución matrimonial, que a la sociedad no le interesa promover.
Guillermina Martinez Casado de Fuschini Secretaria
Eduardo A. Bieule Presidente

VARON Y MUJER LOS CREO

CARTA ENCÍCLICA CASTI CONNUBII DEL PAPA PÍO XI
SOBRE EL MATRIMONIO CRISTIANO

"5. Comenzando ahora a exponer, Venerables Hermanos, cuáles y cuán grandes sean los bienes concedidos por Dios al verdadero matrimonio, se Nos ocurren las palabras de aquel preclarísimo Doctor de la Iglesia a quien recientemente ensalzamos en Nuestra encíclica Ad salutem, dada con ocasión del XV centenario de su muerte. Estos, dice San Agustín, son los bienes por los cuales son buenas las nupcias: prole, fidelidad, sacramento. De qué modo estos tres capítulos contengan con razón un síntesis fecunda de toda la doctrina del matrimonio cristiano, lo declara expresamente el mismo santo Doctor, cuando dice: "En la fidelidad se atiende a que, fuera del vínculo conyugal, no se unan con otro o con otra; en la prole, a que ésta se reciba con amor, se críe con benignidad y se eduque religiosamente; en el sacramento, a que el matrimonio no se disuelva, y a que el repudiado o repudiada no se una a otro ni aun por razón de la prole. Esta es la ley del matrimonio: no sólo ennoblece la fecundidad de la naturaleza, sino que reprime la perversidad de la incontinencia[12].
6. La prole, por lo tanto, ocupa el primer lugar entre los bienes del matrimonio. Y por cierto que el mismo Creador del linaje humano, que quiso benignamente valerse de los hombres como de cooperadores en la propagación de la vida, lo enseñó así cuando, al instituir el matrimonio en el paraíso, dijo a nuestros primeros padres, y por ellos a todos los futuros cónyuges: Creced y multiplicaos y llenad la tierra.
Lo cual también bellamente deduce San Agustín de las palabras del apóstol San Pablo a Timoteo, cuando dice:

«Que se celebre el matrimonio con el fin de engendrar, lo testifica así el Apóstol: "Quiero —dice— que los jóvenes se casen". Y como se le preguntara: "¿Con qué fin?, añade en seguida: Para que procreen hijos, para que sean madres de familia.
Cuán grande sea este beneficio de Dios y bien del matrimonio se deduce de la dignidad y altísimo fin del hombre. Porque el hombre, en virtud de la preeminencia de su naturaleza racional, supera a todas las restantes criaturas visibles. Dios, además, quiere que sean engendrados los hombres no solamente para que vivan y llenen la tierra, sino muy principalmente para que sean adoradores suyos, le conozcan y le amen, y finalmente le gocen para siempre en el cielo; fin que, por la admirable elevación del hombre, hecha por Dios al orden sobrenatural, supera a cuanto el ojo vio y el oído oyó y pudo entrar en el corazón del hombre. De donde fácilmente aparece cuán grande don de la divina bondad y cuán egregio fruto del matrimonio sean los hijos, que vienen a este mundo por la virtud omnipotente de Dios, con la cooperación de los esposos."