martes, 29 de septiembre de 2009

SAN MIGUEL ARCANGEL Príncipe de la Milicia Celestial

Fiesta 29 de septiembre

En la lucha contra los poderes del mal, podemos dirigir ya desde ahora al Arcángel, la oración del exorcismo que León XIII insertó en el Ritual de la Iglesia Romana:
“Gloriosísimo Príncipe de la milicia celestial, San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha contra los principados, potestades, jefes de este mundo de tinieblas, y contra los espíritus malignos. Ven en auxilio de los hombres, que Dios hizo a imagen y semejanza suya y rescató a alto precio de la tiranía del demonio.
“La Santa Iglesia te venera como custodio y patrón; Dios te confió las almas de los rescatados para colocarlas en la felicidad del cielo. Pide al Dios de la paz que aplaste al diablo debajo de nuestros pies para quitarle el poder de retener a los hombres cautivos y hacer daño a la Iglesia. Ofrece nuestras oraciones en la presencia del Altísimo para que lleguen cuanto antes las misericordias del Señor y para que el dragón, la antigua serpiente que se llama diablo y satanás, sea precipitado y encadenado en el infierno, y no seduzca ya jamás a las naciones. Amén.”

San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sed nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y Tú, ¡oh Príncipe de la Milicia Celestial!, arroja al infierno con el divino poder, a satanás y a los demás espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén.

Sancte Michael Archangele, defende nos in praelio. Contra nequitiam et insidias diaboli esto praesidium. Imperet illi Deus, supplices deprecamur. Tuque princeps militiae caelestis, Satanam aliosque spiritus malignos, qui ad perditionem animarum pervagantur in mundo divina virtute in infernum detrude. Amen.

martes, 15 de septiembre de 2009

Regina Martyrum

"El martirio de la Virgen ciertamente (que entre las estrellas de su diadema, si os acordáis, nombramos la duodécima) está expresado así en la profecía de Simeón como en la historia de la pasión del Señor. Está puesto éste, dice Simeón al párvulo jesús, como blanco, al que contradecirán, y a tu misima alma (decía a María) traspasará la espada. Verdaderamente, ¡oh madre bienaventurada!, traspasó tu alma la espada. Ni pudiera ella penetrar el cuerpo de tu hijo sin traspasarla. Y, ciertamente, después que expiró aquel tu Jesús (de todos, sin duda,pero especialmente tuyo) no tocó su alma la lanza cruel que abrió (no perdonándole aun muerto, a quien ya no podía dañar) su costado, pero traspasó seguramente la tuya. Su alma ya no estaba allí, pero la tuya, ciertamente, no se podía de allí arrancar. Tu alma, pues, traspasó la fuerza del dolor, para que no sin razón te prediquemos más que mártir, habiendo sido en ti mayor el afecto de compasión que pudiera ser el sentido de la pasión corporal.
¿Acaso no fue para ti más que espada aquella palabra que traspasaba en la realidad el alma que llegaba hasta la división del alma y del espíritu: Mujer, mira tu, hijo? .i Oh trueque! Te entregan a Juan en lugar de Jesús, el siervo en lugar del Señor, el discípulo en lugar del Maestro, el hijo del Zebedeo en lugar del Hijo de Dios, un hombre puro en lugar del Dios verdadero. ¿Cómo no traspasaría tu afectuosísima alma el oír esto, cuando quiebra nuestros pechos, aunque de piedra, aunque de hierro, sola la memoria de ello? No os admiréis, hermanos, de que sea llamada María mártir en el alma. Admírese el que no se acuerde haber oído a Pablo contar entre los mayores crímenes de los gentiles el haber vivido sin tener afecto. Lejos estuvo esto de las entrañas de María, lejos esté también de sus humildes siervos. Mas acaso dirá alguno: ¿Por ventura no supo anticipadamente que su Hijo había de morir? Sin duda alguna. ¿Por ventura no esperaba que luego había de resucitar? Con la mayor confianza. Y a pesar de esto, ¿se dolió de verle crucificado? Y en gran manera. Por lo demás, ¿quién eres tú, hermano, o qué sabiduría es la tuya, que admiras más a María compaciente que al Hijo de María paciente? El pudo morir en el cuerpo, ¿y María no pudo morir juntamente en el corazón? Realizó aquello una caridad superior a toda otra caridad; también hizo esto una caridad que después de aquélla no tuvo par ni semejante." San Bernardo, Sobre las doce prerrogativas de la Bienaventurada Virgen Maria.

sábado, 12 de septiembre de 2009

Santísimo Nombre de Maria

Et Nomen Virginis Maria

"Y el nombre de la virgen era María. Digamos también, acerca de este nombre, que significa estrella de la mar, y se adapta a la Virgen Madre con la mayor proporción. Se compara María oportunísimamente a la estrella; porque, así como la estrella despide el rayo de su luz sin corrupción de sí misma, así, sin lesión suya dió a luz la Virgen a su Hijo. Ni el rayo disminuye a la estrella su claridad, ni el Hijo a la Virgen su integridad. Ella, pues, es aquella noble estrella nacida de Jacob, cuyos rayos iluminan todo el orbe. cuyo esplendor brilla en las alturas y penetra los abismos; y, alumbrando también a la tierra y calentando más bien los corazones que los cuerpos, fomenta las virtudes y consume los vicios. Esta misma, repito, es la esclarecida y singular estrella, elevada por necesarias causas sobre este mar grande , espacioso, brillando en méritos, ilustrando en ejemplos.



¡Oh!, quienquiera que seas y te sientas arrastrado por la impetuosa corriente de
este mundo, náufrago de la galerna y la tormenta, sin estribo en tierra firme,
no apartes tu vista del resplandor de esta estrella si no quieres ser oprimido
de las borrascas. Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas en
los escollos de las tribulaciones, mira a la estrella. invoca a María. Si eres
agitado de las ondas de la soberbia, si de la detracción, si de la ambición, si
de la emulación, mira a la estrella, invoca a María. Si la ira, o la avaricia, o
el deleite carnal impele violentamente la navecilla de tu alma, vuelve los ojos
a María. Si, turbado a la memoria de la enormidad de tus crímenes, confuso a
vista de la fealdad de tu conciencia, aterrado a la idea del horror del juicio,
comienzas a ser sumido en la sima sin suelo de la tristeza, en el abismo de la
desesperación, piensa en María. En los peligros, en las angustias, en las dudas,
piensa en María, invoca a María. No se aparte María de tu boca, no se aparte de
tu corazón; y para conseguir los sufragios de su intercesión, no te desvíes de
los ejemplos de su virtud. No te descaminarás si la sigues, no desesperarás si
la ruegas, no erras si en ella piensas. Si ella te tiene de su mano, no te
corromperás; si te protege, no temes; si Ella es tu guia, no te fatigarás; si
ella te ampara, llegarás felizmente al puerto; y así, en ti mismo experimentarás
con cuánta razón se dijo: Y el nombre de la virgen era María..." (San Bernardo, super missus est.")
Historia

Ocho días después del nacimiento de la Virgen, sus padres le impusieron el nombre de María. La liturgia, que ha fijado algunos días después de Navidad la fiesta del santo nombre de Jesús, ha querido instituir también la fiesta del santo nombre de María poco después de su Natividad. Celebrada primero en España, esta fiesta fué extendida a toda la Iglesia por el papa Inocencio XI, en 1683, para agradecer a María la victoria que acababa de ganar Juan Sobieski, rey de Polonia, contra los turcos, que asediaban a Viena y amenazaban a Occidente.

El nombre hebreo de María, en latín Domina, significa Señora o Soberana; y eso es ella en realidad por la autoridad misma de su Hijo, soberano Señor de todo el universo. Gocémonos en llamar a María Nuestra Señora, como llamamos a Nuestro Señor Jesucristo; pronunciar su nombre es afirmar su poder, implorar su ayuda y ponernos bajo su maternal protección.El hecho de que la Santísima Virgen lleve el nombre de María es el motivo de esta festividad, instituida con el objeto de que los fieles encomienden a Dios, a través de la intercesión de esta Santa Madre, las necesidades de la Iglesia, le den gracias por su omnipotente protección y sus innumerables beneficios, en especial los que reciben por las gracias y la mediación de la Virgen María.