viernes, 23 de diciembre de 2011

MARTIROLOGIO, VIGILIA DE NAVIDAD



EL OCHO DE LAS CALENDAS DE ENERO
El año de la creación del mundo, cuando al principio creo Dios el cielo y la tierra, cinco mil ciento noventa y nueve: del diluvio, año dos mil novecientos cincuenta y siete: del nacimiento de Abraham, el año dos mil quince: de Moisés y de la salida del pueblo de Israel de Egipto, el año mil quinientos diez: de la unción del rey David, el año mil treinta y dos: en la semana sesenta y cinco, según la profecía de Daniel: en la Olimpíada ciento noventa y cuatro: de la fundación de Roma, el año setecientos cincuenta y dos: de Octavio Augusto, el año cuarenta y dos: estando en paz todo el universo: en la sexta edad del mundo: Jesucristo, Dios eterno e Hijo del Padre eterno, queriendo consagrar al mundo con su misericordiosísima venida, habiendo sido concebido del Espíritu Santo, habiendo transcurrido nueve meses después de la concepción. EN BELÉN DE JUDEA NACE HECHO HOMBRE, DE LA VIRGEN MARIA:

¡LA NATIVIDAD DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN LA CARNE!

jueves, 13 de octubre de 2011

NUESTRA SEÑORA DEL PILAR, PATRONA DE ESPAÑA

Conocido de todos los españoles es el relato de la antigua y piadosa tradición.


Caminaba por la riveras del Ebro el apóstol Santiago, anunciando la buena nueva a los iberos valientes e indómitos. La indiferencia de sus oyentes le tenía apesadumbrado y estaba ya a punto de desmayar cuando la Virgen María se le presentó una noche, anunciándole que aquellos trabajos suyos no serían estériles y que la semilla por él derramada y protegida cariñosamente por sus manos virginales, daría fruto de bendición a través de los tiempos. Alentado por esta visión el Apóstol prosiguió su obra evangelizadora, conservando imborrable el recuerdo de aquel lugar que había sido santificado con la presencia de la Madre de Dios y del Pilar en que se habían posado sus plantas.
Allí se levantó más tarde un templo que es la actual basílica del Pilar de Zaragoza, fuente de gracias, escenario de perdones y conversiones, centro de peregrinaciones que acuden allí de toda España, que considera a la Virgen del Pilar como su celestial patrona, y al Pilar mismo, como símbolo de su Fe y el centro de su fervor religioso, siempre pujante y sincero. Desde aquel trono, en que Nuestra Señora recibe el homenaje de todos los españoles, derrama sus gracias en todas direcciones, vela por la conservación de la Fe, y ruega bondadosa por el florecimiento del inmenso y lozano árbol de la hispanidad.
¡Oh Madre, Madre nuestra del Pilar, que de tantos peligros has librado a España a través de los siglos y que significas con milagros, como el del joven de Calanda, a quien restituiste el pie cortado y enterrado, que te agradan nuestros obsequios filiales, consérvanos perenne esa invencible confianza! (Año Litúrgico, Dom Gueranger).

jueves, 29 de septiembre de 2011

San Miguel Arcangel. Defende nos in praelio!




LA ORACIÓN A SAN MIGUEL ARCÁNGEL
San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla; sé
nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas
del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes,
y tú, Príncipe de la Milicia Celestial, arroja al infierno
con el divino poder a Satanás y a los demás espíritus
malignos que andan dispersos por el mundo
para la perdición de las almas.


¿Cómo nació esta oración?El padre Domenico Pechenino escribe: "No recuerdo el año exacto. Una mañana el Sumo Pontífice León XIII había celebrado la santa misa y estaba asistiendo a otra de agradecimiento, como era habitual. De pronto, le vi levantar enérgicamente la cabeza y luego mirar algo por encima del celebrante. Miraba fijamente, sin parpadear, pero con un aire de terror y de maravilla, demudado. Algo extraño, grande, le ocurría.
Finalmente, como volviendo en sí, con un ligero pero enérgico ademán, se levanta. Se le ve encaminarse hacia un despacho privado. Los familiares le siguen con premura y ansiedad. Le dicen en voz baja: "Santo Padre, ¿no se siente bien? ¿Necesita algo?" Responde: "Nada, nada". Luego comentaría: «Vi demonios y oí sus crujidos, sus blasfemias, sus burlas. Oí la espeluznante voz de Satanás desafiando a Dios, diciendo que él podía destruir la Iglesia y llevar a todo el mundo al infierno si se le daba suficiente tiempo y poder. Satanás le pidió permiso a Dios de tener 100 años para influenciar al mundo como nunca antes había podido hacerlo». Pudo ver también a San Miguel Arcángel aparecer y lanzar a Satanás con su legiones en el abismo del infierno.
Se encierra en su despacho, y al cabo de media hora hace llamar al secretario de la Congregación de Ritos y, dándole un folio, le manda imprimirlo y enviarlo a todos los obispos diocesanos del mundo. ¿Qué contenía? La oración que rezamos al final de la misa junto con el pueblo, con la súplica a María y la encendida invocación al príncipe de las milicias celestiales, implorando a Dios que vuelva a lanzar a Satanás al infierno".
En aquel escrito se ordenaba también rezar esas oraciones de rodillas. Lo antes escrito, que también había sido publicado en el periódico La settimana del clero el 30 de marzo de 1947, no cita las fuentes de las que se tomó la noticia. Pero de ello resulta el modo insólito en que se ordenó rezar esa plegaria, que fue expedida a los obispos diocesanos en 1886. Como confirmación de la que escribió el padre Pechenino tenemos el autorizado testimonio del cardenal Nasalli Rocca que, en su carta pastoral para la cuaresma, publicada en Bolonia en 1946, escribe:
"León XIII escribió él mismo esa oración. La frase [los demonios] "que vagan por el mundo para perdición de las almas" tiene una explicación histórica, que nos fue referida varias veces por su secretario particular, monseñor Rinaldo Angeli. León XIII experimentó verdaderamente la visión de los espíritus infernales que se concentraban sobre la Ciudad Eterna (Roma); de esa experiencia surgió la oración que quiso hacer rezar en toda la Iglesia. El la rezaba con voz vibrante y potente: la oímos muchas veces en la basílica vaticana. No sólo esto, sino que escribió de su puño y letra un exorcismo especial contenido en el Ritual romano (edición de 1954, tít. XII, c. III, pp. 863 y ss.). El recomendaba a los obispos y los sacerdotes que rezaran a menudo ese exorcismo en sus diócesis parroquiales. El, por su parte, lo rezaba con mucha frecuencia a lo largo del día".


EXORCISMO CONTRA SATANÁS
Y LOS ÁNGELES REBELDES
Publicado por orden de Su Santidad León XIII


En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo
Salmo 67.Levántese Dios y sean dispersados sus enemigos y huyan de su presencia los que le odian.
Como se disipa el humo se disipen ellos, como, se derrite la cera ante el fuego, así perecerán los impíos ante Dios.
Salmo 34.

Señor, pelea contra los que me atacan; combate a los que luchan contra mí.
Sufran una derrota y queden avergonzados los que me persiguen a muerte.
Vuelvan la espalda llenos de oprobio los que maquinan mi perdición.
Sean como polvo frente al viento cuando el Ángel del Señor los desbarate.
Sea su camino oscuro y resbaladizo, cuando el Ángel del Señor los persiga.
Porque sin motivo me tendieron redes de muerte, sin razón me abrieron trampas mortales.
Que les sorprenda un desastre imprevisto, que los enrede la red que para mí escondieron; que caigan en la misma trampa que me abrieron.
Mi alma se alegra con el Señor y gozará de su salvación.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Súplica a San Miguel Arcángel

Gloriosísimo príncipe de la milicia celestial, Arcángel San Miguel, defiéndenos en la lucha que mantenemos combatiendo "contra los principados y potestades, contra los caudillos de este mundo tenebroso, contra los espíritus malignos esparcidos por los aires" (Ef. 6, 12). Ven en auxilio de los hombres que Dios creó incorruptibles a su imagen y semejanza (Sap. 2, 23), y a tan "alto precio rescatados" (I Cor. 6, 20) de la tiranía del demonio. Con las huestes de los ángeles buenos pelea hoy los combates del Señor, como antaño luchaste contra Lucifer, corifeo de la soberbia y contra sus ángeles apóstatas. Ellos no pudieron vencer, y perdieron su lugar en el Cielo. "Fue precipitado el gran dragón, la antigua serpiente el denominado diablo y Satanás, el seductor del universo: fue precipitado a la tierra y con él fueron arojados sus ángeles" (Apoc. 12,.8-9).
He aquí que el antiguo enemigo y homicida se ha erguido con vehemencia. Disfrazado de "ángel de luz" (II Cor. 11, 14) con la escolta de todos los espíritus malignos rodea e invade la tierra entera, y se instala en todo lugar, con el designio de borrar allí el nombre de Dios y de su Cristo, de arrebatar las almas destinadas a la corona de la gloria eterna, de destruirlas y perderlas para siempre. Como el más inmundo torrente, el maligno dragón derramó sobre los hombres de mente depravada y corrompido corazón, el veneno de su maldad: el espíritu de la mentira, de la impiedad y de la blasfemia; el letal soplo de la lujuria, de todos los vicios e iniquidades.
Los más taimados enemigos han llenado de amargura a la Iglesia, esposa del Cordero Inmaculado, le han dado a beber ajenjo, han puesto sus manos impías sobre todo lo que para Ella es más querido. Donde fueron establecidas la Sede de San Pedro y la Cátedra de la Verdad como luz para las naciones, ellos han erigido el trono de la abominación de la impiedad, de suerte que, golpeado el Pastor, pueda dispersarse la grey. Oh invencible adalid, ayuda al pueblo de Dios contra la perversidad de los espíritus que le atacan y dale la victoria.
La Iglesia te venera como su guardián y patrono, se gloría que eres su defensor contra los poderes nocivos terrenales e infernales; Dios te confió las almas de los redimidos para colocarlos en el estado de la suprema felicidad. Ruega al Dios de la paz que aplaste al demonio bajo nuestros pies, para que ya no pueda retener cautivos a los hombres y dañar a tu Iglesia. Ofrece nuestras oraciones al Altísimo, para que cuanto antes desciendan sobre nosotros las misericordias del Señor (Salmo 78, 8), y sujeta al dragón, la antigua serpiente, que es el diablo y Satanás, y, una vez encadenado, precipítalo en el abismo, para que nunca jamás pueda seducir a las naciones (Apoc. 20).
Después de esto, confiados en tu protección y patrocinio, con la sagrada autoridad de la Santa Madre Iglesia, nos disponemos a rechazar la peste de los fraudes diabólicos, confiados y seguros en el Nombre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor.
He aquí la Cruz del Señor, huid poderes enemigos.
R. Ha vencido el León de la tribu de Judá, la raíz de David.
Señor, que tu misericordia venga sobre nosotros.
R. Como lo esperamos de Ti.
Señor, escucha nuestra oración.
R. Y llegue a Ti nuestro clamor.
(El Señor esté con vosotros. (Sólo si es un sacerdote)
R. Y con tu espíritu).
Oremos. Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, invocamos tu santo Nombre y suplicantes imploramos tu clemencia, para que, por la intercesión de la Inmaculada siempre Virgen María Madre de Dios, del Arcángel San Miguel, de San José Esposo de la Santísima Virgen, de los santos Apóstoles Pedro y Pablo y de todos los Santos, te dignes prestarnos tu auxilio contra Satanás y todos los demás espíritus inmundos que vagan por el mundo para dañar al género humano y para la perdición de las almas. Amén.
Exorcismo: Te exorcizamos todo espíritu maligno, poder satánico, ataque del infernal adversario, legión, concentración y secta diabólica, en el nombre y virtud de Nuestro Señor Jesu + cristo, para que salgas y huyas de la Iglesia de Dios, de las almas creadas a imagen de Dios y redimidas por la preciosa Sangre del Divino Cordero +. En adelante no oses, perfidísima serpiente, engañar al género humano, perseguir a la Iglesia de Dios, zarandear a los elegidos y cribarlos como el trigo +. Te lo manda Dios Altísimo, a quien en tu insolente soberbia aún pretendes asemejarte, "el cual quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (II Tim. 2). Te lo manda Dios Padre + te lo manda Dios Hijo +; te lo manda Dios Espíritu Santo +. Te lo manda la majestad de Cristo, el Verbo eterno de Dios hecho hombre, quien para salvar a la estirpe perdida por tu envidia, "se humilló a sí mismo hecho obediente hasta la muerte" (Fil. 2); el cual edificó su Iglesia sobre roca firme, y reveló que los "poderes del infierno nunca prevalecerían contra ella, Él mismo había de permanecer con ella todos los días hasta el fin de los tiempos" (Mat. 28, 20). Te lo manda el santo signo de la Cruz y la virtud de todos los Misterios de la fe cristiana +. Te lo manda la excelsa Madre de Dios, la Virgen María, quien con su humildad desde el primer instante de su Inmaculada Concepción aplastó tu orgullosa cabeza +.
Te lo manda la fe de los santos Apóstoles Pedro y Pablo y de los demás Apóstoles +. Te lo manda la sangre de los mártires y la piadosa intercesión de todos los Santos y Santas +. Por tanto, maldito dragón y toda legión diabólica, te conjuramos por Dios + vivo, por Dios + verdadero, por Dios + santo, que "de tal modo amó al mundo que entrego a su unigénito Hijo, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que viva la vida eterna" (Juan 3); cesa de engañar a las criaturas humanas y deja de suministrarles el veneno de la eterna perdición; deja de dañar a la Iglesia y de poner trabas a su libertad. Huye Satanás, inventor y maestro de toda falacia, enemigo de la salvación de los hombres. Retrocede ante Cristo, en quien nada has hallado semejante a tus obras. Retrocede ante la Iglesia una, santa, católica y apostólica, la que el mismo Cristo adquirió con su Sangre. Humíllate bajo la poderosa mano de Dios. Tiembla y huye, al ser invocado por nosotros el santo y terrible Nombre de Jesús, ante el que se estremecen los infiernos, a quien están sometidas las Virtudes de los cielos, las Potestades y las Dominaciones; a quien los Querubines y Serafines alaban con incesantes voces diciendo: Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios de los Ejércitos.
Señor, escucha mi oración.
R. Y llegue a Ti mi clamor.
(El Señor esté con vosotros. (Sólo si es un sacerdote)
R. Y con tu espíritu).
Oremos. Dios del Cielo y de la tierra, Dios de los Ángeles, Dios de los Arcángeles, Dios de los Patriarcas, Dios de los Profetas, Dios de los Apóstoles, Dios de los Mártires, Dios de los Confesores, Dios de las Vírgenes, Dios que tienes el poder de dar la vida después de la muerte, el descanso después del trabajo, porque no hay otro Dios fuera de Ti, ni puede haber otros sino Tú mismo, Creador de todo lo visible y lo invisible, cuyo reino no tendrá fin: humildemente te suplicamos que tu gloriosa Majestad se digne libramos eficazmente y guardamos sanos de todo poder, lazo, mentira y maldad de los espíritus infernales. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.
De las asechanzas del demonio.
R. Líbranos, Señor.
Haz que tu Iglesia te sirva con segura libertad.
R. Te rogamos, óyenos.
Dígnate humillar a los enemigos de tu Iglesia.
R. Te rogamos, óyenos.
(Se rocía con agua bendita el lugar y a los presentes).
Señor, no recuerdes nuestros delitos ni los de nuestros padres, ni tomes venganza de nuestros pecados (Tobías 3, 3).
Padre nuestro ...

domingo, 4 de septiembre de 2011

La Santa Iglesia Católica, Sociedad Sobrenatural


La faz visible y humana de la Santa Iglesia Católica presenta un aspecto pobre, degradado y triste. Pobre por la enorme cantidad de católicos que la abandonan para cambiar de religión (sólo en América Latina son 10.000 por día); degradada en la moral de sus ministros, (baste considerar los casos públicos de perversiones que no han sido pocos sinó cientos y cientos); y por último triste como consecuencia de lo anterior aunque oficialmente quieran dar una imagen exitosa porque el mundo opuesto a Dios los aplaude o los que lo gobiernan se complacen en estrechar las manos eclesiásticas. Una mano que permite el bombardeo de inocentes, o los asesinatos de los abortos o el más completo libertinaje ¿Merece el apretón sólo porque es mano de gobernante o merece la recriminación que se calla, la condena que no se escucha, la claridad que no se deja ver ni en encuentros, ni en sermones, ni en discursos? “A quien me negare delante de los hombres Yo le negaré delante de mi Padre” (S. Mt. 10, 33). Callar lo que debe decirse es una manera de negar.
La consideración de la faz humana de la Iglesia desde la muerte de S.S. Pío XII en 1958 a la fecha con la hecatombe del Vaticano II, de la reforma de las Consagraciones Episcopales (1968), y de la misa nueva (1969) y de todas aquellas que se siguen de las anteriores, puede considerarse de muchas maneras y obispos y sacerdotes fieles a la Tradición Católica la han explicado muy bien. Quisiéramos nosotros mirar a la Santa Iglesia en sí misma, tal como Ella fue fundada por Nuestro Señor Jesucristo, es decir, considerada como Sociedad Sobrenatural.
Hay cosas que son sobrenaturales de manera absoluta o de manera relativa según enseña el Dogma. Lo sobrenatural es, como lo dice la palabra, lo que supera las exigencias de la naturaleza, está por encima de ella, pero esto puede pasar de dos maneras, relativa cuando es algo que supera las exigencias de una determinada creatura (ej. que un pez salga caminando del mar es imposible al pez, no a un animal terrestre y con patas y locomoción) absoluta cuando aquello de lo que se habla supera las exigencias de toda creatura (ej. la vida de la Gracia, propia de Dios y sólo recibida como sobrenatural en Ángeles y Hombres). La Santa Iglesia entra aquí ya que, aunque tenga una faz visible compuesta por hombres, abstracción hecha de los mismos, lo demás de su Constitución es sobrenatural.
La Santa Iglesia, y lo aclaramos, no es Santa por la bondad accidental de sus miembros sinó por su entidad propia de Esposa de Jesucristo el cual es su Cabeza, su Rey, su Señor y su Dios. En este Orden, aún si por un absurdo todos los miembros de la Santa Iglesia estuvieran en pecado mortal a la vez, Ella no dejaría de ser Santa que es algo esencial en Ella. Esta sola afirmación basta para echar por tierra la noción del nuevo vaticano de “iglesia viviente” como si Ella fuera progresando y evolucionando con las épocas y hasta la consumación de los siglos. Todas las naturalezas son fijas e inmutables sinó dejarían de ser lo que son para ser otra cosa; así la Santa Iglesia fundada por Jesucristo no es sólo una entidad moral como si fuera un club sinó un verdadero cuerpo místico con entidad, Cabeza, Vida propia y miembros. Lo que suceda a la Iglesia durante la historia poco importa, aunque lo suframos, en su naturaleza y en su existencia Ella es intangible a la maldad de sus enemigos aunque sí puedan sufrir penas sus miembros aún vivos, por eso el Catecismo enseña aquello de la Iglesia triunfante (en el Cielo los ya salvos), la Purgante (los salvos, aún en el Purgatorio) y la Militante (en la tierra) que sufre los vaivenes de la historia.
La Santa Iglesia recibió de Jesucristo Nuestro Señor la forma de una Institución, única y peculiar, sagrada y de orden sobrenatural, es decir, que supera de suyo las exigencias de toda institución humana ya que ninguna de por si puede pretender tener la Vida Divina, sólo propia a Dios y concedida gratuitamente por Dios a quien El quisiera. “Si yo quiero ser bueno ¿Qué mal te hago?” (S. Mt., 20,13)
La Santa Iglesia, si no miramos los hombres vivos que la componen, es sobrenatural por donde la miremos:

La Santa Iglesia Sociedad esencialmente Sobrenatural

º Por su origen = Fundación ……….. “Tu es Petrus”, (S. Mt.16,18)
º Por los medios de que dispone……... Misa, Sacerdocio, Eucaristía, otros Sacramentos.
º Por los efectos que produce (todos sobrenaturales) ………. Gracia, remisión del pecado original, perdón de los pecados, infusión del Espíritu Santo, etc.
º Por el Fin al que conduce…………... La Gloria Eterna (la visión beatífica supera las exigencias de cualquier creatura).
º Por los medios que usa Dios
para con Ella ……………………. La Gracia, los Dones del Espíritu Santo, Dios mismo dándose a los hombres, toda la Corte celestial (la Santísima Virgen, los Santos Ángeles, los Santos)

No es el fin de este artículo que expliquemos cada renglón del simple esquema de las líneas anteriores; pero sí lo es que considerando a la Santa Iglesia en sí misma, en lo que la hace ser tal, Ella es completamente sobrenatural, no tiene origen humano sinó divino ya que fue fundada por Nuestro Señor, Dios verdadero de Dios verdadero; los medios principales que utiliza y que también le fueron dados por Jesucristo son del mismo orden sobrenatural: La Santa Misa, la Sagrada Eucaristía que allí se confecciona, los Sacramentos que dan la primera Gracia o la restauran si se perdió (Bautismo, Penitencia), los otros que la presuponen pero son capaces de aumentarla, de una manera especial la Sagrada Confirmación que infunde al mismo Espíritu Santo y el Sacerdocio que hace capaz de las acciones sagradas, particularmente, de absolver y consagrar.
Todos esos medios de la Santa Iglesia causan la Gracia que es un efecto sobrenatural y todos conducen a conquistar el Cielo que también es de esa condición superior, inmerecida de suyo para toda creatura.
Más aún, Dios mismo se vale Él, sea por medio de la Iglesia, sea por Si mismo de medios sobrenaturales para conservar, aumentar y sostener a la Santa Iglesia, comunicando la Gracia que es una participación creada de su vida íntima, haciendo al hombre capaz de recibirla, infundiendo al Espíritu Santo y sus Dones en él, más la ayuda que brinda a la Iglesia y a las almas por medio de la Santísima Virgen, los Ángeles y los Santos.
Las Instituciones se definen por su fin. La Santa Iglesia lo tiene doble, aunque uno dice el otro, cuanto a Dios su gloria, cuanto a nosotros la salvación. Si miramos bien esto encierra toda la vida de la creatura racional (“Laudate Eum omnes gentes” “Alabadle todas las gentes” Salmo 116, 1) y toda la eternidad de los salvados (“Nunc autem cognoscam sicut et cognitus sum” “Entonces conoceré como soy conocido” I. Corintios 13,12).
Hemos visto brevemente como es la Iglesia en su intimidad. Ahora bien una cosa buena debe usarse bien y si además es sagrada debe usarse santamente.
La Iglesia, Santa de suyo, está apoyada como en tres pilares: La Fe que enuncia toda la Doctrina que Ella cree y Dios reveló (“Nunca nadie vió a Dios: El Unigénito Hijo que está en el seno del Padre, Él lo dio a conocer” San Juan I, 18); el Culto que es la expresión de la Religión y de dicha Fe (“Haced esto en conmemoración mía” San Lucas 22, 19); y la Moral o la conducta capaz de salvar y que se sigue necesariamente de lo que se cree y de lo que se reza (“¿Aquél que fijó el ojo no verá?” Salmo 93, 9).
Quisiéramos detenernos un poco en el primer pilar, en la Fe.
¿Qué es la Fe? La reverencia de la inteligencia. En latín diríamos “aquiescere”, la aquiescencia; más simple: La reverencia sumisa de nuestra inteligencia, la aceptación reverente de nuestra inteligencia a la verdad revelada, a toda, porque es Dios quien revela que no miente ni puede mentir. ¿Por qué a toda la Fe? Simple, porque si Dios se da a conocer, si Dios nos revela su ser, su intimidad, su Verdad, breve, lo que debo creerle, justamente, no puedo no creerle y si no le creo algo entonces no creo en Él, por eso decimos en teología que la negación de una verdad de la Fe es negación de toda Ella porque en algo ya no le creeríamos a Dios, es decir, ya no estaría esa reverencia de la inteligencia a Dios que revela y no puede mentir.
Así entonces la Fe supone aceptación (la Verdad misma se revela) y reverencia como disposición básica, necesaria y elemental delante de Dios. San Benito en su Regla, aplicando esto a la vida monacal y entendiendo que en ella se obedece a Jesucristo tanto en las órdenes cotidianas como en los horarios y disposiciones, dice “monachus non suffert mora in obedientia” (“el monje no sufre demora en la obediencia), no puede dejar esperando a Dios.
Nosotros profesamos la Fe de la Iglesia Católica, es Ella quien confiesa cree y transmite una Fe sobrenatural, para eso fue fundada por Nuestro Señor. Si la Fe era esa reverencia a lo que aludíamos, ésta no puede faltarle a la Santa Iglesia. Si es esencialmente una institución sobrenatural y sagrada para creer y transmitir la Fe y así salvar a los hombres, entonces dicha reverencia no puede faltarle, es algo exigido por su misma esencia lo que en teología diríamos “un Proprio”= algo que surge necesariamente de la esencia completa.
Entonces, y aquí queríamos llegar, la Iglesia Católica siempre tiene, debe tener, no puede no tener esa reverencia a la Verdad revelada y que por eso es enunciada con tanta seriedad, claridad, precisión y delicadeza en sus dogmas. Si no encontráramos esa reverencia no estaría allí la Santa Iglesia, si no hubiera obediencia soberana a la Verdad tendríamos delante cualquier engendro humano, nó a la Esposa de Jesucristo.
¿Cómo diríamos esto de otra manera? Diríamos y decimos que la Iglesia Católica en razón de esa necesaria obediencia a la Verdad revelada goza de la infalibilidad habitual, sea ella ordinaria o extraordinaria es tal su predisposición constitutiva ante la verdad de Dios que Ella no puede errar ni inducir a error (“El Soberano Pontífice no puede comprometer a la Iglesia en el error…” Benedicto XIV, Card. Prospero Lambertini, año 1734, ref. Dicc. Apolog. de la Fe, D’ Alés col. 1130 y ss.), lo cual es evidente porque de Ella depende toda nuestra Fe y, lógicamente, nuestra salvación. “En la Iglesia no puede haber error condenable” (Santo Tomás de Aquino, Quodlibet IX, q. 7).
Esa infalibilidad se muestra extraordinariamente en las definiciónes ex cátedra que suelen ser pocas y poco frecuentes y de manera ordinaria en la enseñanaza habitual del Soberano Pontífice y de los Obispos de todo el mundo cuando repiten y enseñan la Doctrina bastando con que quieran que lo que dicen sea entendido por los fieles como algo de nuestra Fe y que debe creerse así. (J. Salaberry S.J., Tractatus de Ecclesia Christi, III, nº 647 et s.s., BAC Sacrae Theologiae Summa, T I pág. 701, ed. 1962). Se ha de mostrar también en las prescripciones del culto si consideramos el principio teológico de la Santa Iglesia “lex orandi lex credendi”, “ la ley del orar estatuye la ley del creer”, es lógico, lo que rezamos es lo que profesamos: Entonces ¿Dónde queda el ecumenismo actual, la libertad religiosa, el indiferentismo religioso, las nuevas oraciones, el culto cambiado, la misa nueva?
No puede inducir a error. Si induce no es Ella. Vimos la imagen triste de la Iglesia visible actual, acabamos de ver la entidad sobrenatural, Santa y veraz de la Santa Iglesia en sí misma. Delante de una y de otra ¿Cuál es nuestro combate?
¿Qué debemos defender? Lo que la Iglesia es, lo que enuncia nuestra Fe y nuestra vida cristiana: La Doctrina, el Culto, la Gracia.
¿Ante quien? Delante del mundo enemigo de Dios, delante del diablo y todo el infierno, delante de la iglesia conciliar que no es hechura divina.
De acuerdo, pero ¿Cómo ha de ser nuestro combate? Una pelea se establece de dos maneras, mirando la naturaleza de la causa y la condición de los sujetos. En nuestro caso la causa es causa de la Santa Iglesia y por eso es causa nuestra, entonces es un combate sobrenatural pero no basta con eso, es combate según nuestra propia condición de hombres ya que no somos sólo espíritus. La Iglesia se debe defender como lo hicieron los Santos, por algo nos fueron propuestos como arquetipos del cristianismo.
Entonces: La oración y la penitencia, básicas y necesarias, pero no es todo ni suficiente. Falta la predicación, las misiones, (ej. S. Vicente de Paul); las obras de misericordia (S. Benito Cottolengo, en su Piccola Casa de Turín llegó a haber 3000 monjitas ocupadas en los enfermos); las escuelas (S. Juan Bosco); la importancia dada por los Soberanos Pontífices a la Realeza Social efectiva de Nuestro Señor (San Pío X, Pío XI, Pío XII); las Cruzadas y aquella lucha extraordinaria de Lepanto, procurada, predicada, impulsada por S. Pío V que salvó a Europa de ser musulmana como en España la Reconquista contra el moro; la restauración de las Órdenes Religiosas considerada que la vida religiosa es de la naturaleza de la Iglesia.
Debemos ser claros, no basta con rezar, ni con rezar y reflexionar para identificar el peligro. La advertencia no alcanza para ganar un combate. Desde “Juan XXIII” en adelante los “Pontífices” dejaron de mirar a Dios para volverse hacia el mundo, así, abandonaron al mundo a si mismo y por eso deriva convulsionado, confuso y sin paz ni gracia. Debemos volver el mundo a Dios. Volver a hacer lo que hicieron los Santos y como ellos lo hicieron. Hacerlo con la confianza que Dios merece “Ero vobiscum usque ad consummationem saeculi” “Estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos” (S. Mateo 28, 20); hacerlo mientras Dios nos de vida. En ningún lugar de la Sagrada Escritura dice que debamos dejar de predicar porque el enemigo es grande y poderoso, eso sabe más a herejía o a miedo. Contrariamente antes de subir a los Cielos Nuestro Señor dijo a los Apóstoles “Id y enseñad a todas las gentes bautizándolas…” (S. Mateo 28, 19). El combate no es porque nos guste, es justicia respecto a Dios y a su Santa Iglesia, no podemos permitir que traten de destruirla y perder a las almas. Entonces, si es por Dios y por las almas, que sea con caridad en la intención porque ambos, Dios y las almas, cada cual a su manera, merecen nuestra caridad; que sea con caridad en los modos ya que quien quiere respeta aunque hiera si dice la verdad y con caridad en los medios ya que no peleamos con las argucias del mundo, con la mentira y el susurro sinó con los modos de Jesucristo y de los Santos.
Si bien miramos es siempre lo mismo. Si yo reverencio a mi madre no permito nada que la dañe, la ofenda o la hiera. Si reverencio a Dios Nuestro Señor y a su Santa Iglesia, Una, Santa y Católica, la Fe me exige todo por ellos.
Valga un ejemplo tomado de la historia eclesiástica de Francia en tiempos de la Revolución del siglo XVIII. La venerable María Luisa de Francia, en el mundo hija de Luis XV y tía de Luis XVI, en Religión Madre Teresa de San Agustín, Carmelita, Priora del Carmelo de Compeigne, martirizada con quince compañeras más en Agosto de 1789 y beatificada con ellas por su Santidad Pio IX, escribía lo que sigue a la superiora del Carmelo de Bruselas (Bruxelles): “Je ne consens pas aux changements qu’on veut faire, je veux vivre et mourir… (Carmelite)… Comme je l’ai promis a Dieu par voeux… Je ne puis… Je n’en veux!” “Yo no consiento a los cambios que se quiere hacer, yo quiero vivir y morir (Carmelita) como lo prometí a Dios por votos…¡Yo no puedo… Yo no quiero!” (Petits Boullandistes, Tomo XV, 23 de diciembre, edición de 1878).

Lo mismo decimos:
Porque nosotros no podemos,
porque Dios lo merece y lo prometimos,
por eso no queremos.


Quiera Dios bendecirles y enardecer sus almas en el servicio de Dios.

25 de agosto del 2011, San Luis Rey de los Francos.

+ Mons. Andrés Morello.

martes, 26 de abril de 2011

DESDE LA CRUZ

Queridos Amigos:
Quiera Dios bendecirles.
Cada año, en las cercanías de la Pascua, tratamos de enviarles siquiera unas líneas para hacerles llegar nuestro saludo pascual. También nos ha parecido siempre que no deberíamos sólo saludar sinó que además pudieran servir nuestras líneas para que quienes nos leyeran pudieran acercarse más a Dios. Así entendido tratemos de volar juntos con nuestro pobre espíritu creado remontando la historia hasta aquél día aciago, el más triste, el más solemne y el más sublime del decurso de los hombres sobre esta tierra.
El primer día de la historia, aquél en que Dios hizo la luz y las cosas que ella pudiera iluminar marcó un asombro inexplicable en sólos los ángeles que pudieron contemplarlo al ver salir de la nada la realidad que hoy nos cautiva y nos embeleza y al ver que Dios la ponía sumisa ante ellos para que la rigieran como ministros suyos. El último día de la historia, aquél en que se cierre la última página del sucederse de las cosas, cuando Dios sereno porque siempre es justísimo, dará a cada quién según hayan sido sus obras, sus quereres, sus amores, sus vidas; ese último día tendrá algo de solemne e irreversible como nunca se habrá visto ni volverá a verse. Tendrá algo de indefinible y que no podremos expresar simplemente porque ese día será último, no tendrá ni mañana, ni nueva oportunidad. Será el umbral de la eternidad, la puerta sin retorno por donde se llega a Dios o se lo pierde para siempre.
No queremos hablar ni del comienzo ni del fin de la historia, ni del primer día suyo ni del último. Queremos ir hasta el Viernes Santo, su día más triste porque crucificaron entonces al Amor; el más aciago porque dio su vida el Hijo de Dios; el más solemne que fue el de la primera Misa; el más sublime porque sólo ese día abrió para siempre el Cielo para los que fueran capaces de amar.
Queremos subir hasta el Calvario que no es el monte más alto de la tierra pero sí el más alto de la historia y allí, hecha a un lado la turba, relegados los soldados, mirados con pena e indignación aquellos pontífices descastados de una figura que iba muriendo al instaurarse la Iglesia para siempre, acercarnos sí, reverentes y llenos de adoración a la Cruz del Salvador, locura para los paganos, escándalo para los judíos al decir de San Pablo (I Cor. 1,23).
Nada ha habido igual en la historia ni lo habrá jamás. Y en medio de ese espectáculo siniestro para el mundo, triunfal para los allí culpables de su muerte y para nosotros piadoso y conmovedor, lleno de misericordia y de amor; cerca de la Virgen Madre y del discípulo virgen levantar los ojos, mirar la mirada de Cristo y tratar de leer en sus ojos algo de todo aquello que no dijo porque lo decía su entrega, la más heroica, en medio del abandono el más espantoso.
¿Qué decían sus ojos? Sin duda infinitas cosas, algunas tan divinas que fueran insondables para nosotros; otras un poco más entendibles para estas pobres creaturas.
¿No habrán buscado sus ojos mansos, en medio de aquella muchedumbre que lo veía morir sin hacer nada, a aquellos a quienes hizo el bien? ¿No habrá susurrado en su corazón -Padre mío, dónde están los ciegos, los cojos, los leprosos, los endemoniados que sanó mi gracia? ¿Está por allí aquél que me dijo -“Te seguiré a donde quiera que vayas”? -Padre, los hombres piensan que lo que nos han dicho a Ti y a Mi sólo ellos lo han escuchado y que por eso nada vale, nada obliga.
- ¿Señor, dónde están mis Apóstoles? Los sacerdotes de mañana ¿No nos dirán igual que los del Calvario -“Bájate de la Cruz y creeremos en Ti”?
-Padre, no hay nadie que haga algo por Mi, nadie que lleve mi yugo suave ni mi carga liviana; nadie que quiera sin pedir a cambio como Yo les enseñé a querer.
-Padre, ¿Se atreverán a decirnos -“No te seguimos porque tus sacerdotes están todos peleados y ninguno es ejemplar”? Padre, aunque fuera cierto ¿A quién van a seguir, a mis sacerdotes o a Mi? La deuda es conmigo, no entre los hombres; si no hay valientes ¿Qué esperan para serlo? Si no hay ejemplares ¿Qué esperan para ser virtuosos los que se quejan? Si es temible el enemigo ¿No les dije que las puertas del infierno no habrían de prevalecer?
-Padre, aún así muero por ellos y para Ti, Tú lo mereces aunque ellos lo desprecien.
-Padre, ya habrá San Juanes junto a mi Madre y junto a Mi que quieran arriesgar por nosotros. Padre mío, valiente no es quien nos lo dice, sinó los que en medio de un combate desigual no dejan su puesto o se atreven entonces a pelear.

Nosotros no somos quienes para poder decir lo que Jesús nuestro Señor no dijo desde la Cruz o lo que pensaba en aquellos momentos sublimes. Pero aún así y mirándolo a sus ojos ¿No habrá pensado algo siquiera de lo que acabamos de escribir?

Santas Pascuas para todos y que Dios nos deje mirarle sin rubor.

Ave María Purísima.

+ Mons. Andrés Morello.

18 de abril del 2011, lunes santo.

martes, 4 de enero de 2011

Nuevamente al Vómito... del Ecumenismo.

Nuevamente Benedicto XVI, como su predecesor, convoca a abominar del Dios Verdadero equiparándolo a las falsas divinidades, con el pretexto de una falsa paz que no reconoce la Única Verdad de Dios y de su Iglesia.
Dejo la noticia seguida de una pequeña reflexión tomada de entre los escritos de Mons. Morello y el Magisterio Eclesiástico. Cada uno sabrá dimensionar la gravedad de la acción.

Después del Ángelus, Benedicto XVI señaló que en el Mensaje para la Jornada de la Paz había hecho hincapié en que "las grandes religiones pueden constituir un importante factor de unidad y de paz para la familia humana, y he recordado a este propósito, que en este año 2011 se celebrará el 25° aniversario de la Jornada Mundial de Oración por la Paz que el Venerable Juan Pablo II convocó en Asís en 1986. Por eso, el próximo mes de octubre peregrinaré a la ciudad de san Francisco, invitando a unirse a este camino a los hermanos cristianos de las distintas confesiones, a los representantes de las tradiciones religiosas del mundo, y de forma ideal, a todos los hombres de buena voluntad, con el fin de rememorar este gesto histórico querido por mi predecesor y de renovar solemnemente el compromiso de los creyentes de todas las religiones de vivir la propia fe religiosa como servicio a la causa de la paz. Quien está en camino hacia Dios no puede dejar de transmitir paz, quien construye paz no puede dejar de acercarse a Dios. Os invito a acompañar desde ahora con vuestra oración esta iniciativa".

ANG/ VIS 20110103 (480)


"Mi paz os dejo, mi paz os doy... No como el mundo la da" (Jn. 14, 27).
Nunca habrá paz hasta que no regrese el orden. Ese orden supone que los hombres adoren al único Dios verdadero, es la vuelta a Dios que predicaron todos los Santos de la historia y que construyó la civilización cristiana.
La Palabra bendita de Jesucristo es innegable e irrefutable, El es la Verdad y sus palabras lo son; negar sus palabras es mentira, es error, es audacia diabólica y es herejía.


No hay mentira más grave, entonces, que negar o contradecir sus palabras; negarlas es negar a Jesucristo mismo y negar a Dios: "Quien es de Dios escucha sus palabras, por eso no las escucháis, porque no sois de Dios" Jn. 8, 47).

Si negar las palabras de Jesucristo es la más grande herejía y la peor de las mentiras, de todas ellas quizás es la peor la que más daño haga a las almas, dejar en el error, abandonar en la falsedad, equiparar error con verdad.

Eso es el ecumenismo actual, el ecumenismo de la Iglesia oficial, el ecumenismo bendecido y llevado a cabo por Roma, una Roma que no es de Dios porque no escucha sus palabras.

El ecumenismo es una mentira, la peor.

Mentira con permiso eclesiástico.

Es un absurdo y una herejía afirmar que toda religión es un camino de salvación, es herejía y mentira que el Dios de todas las religiones es el mismo Dios que el de los católicos. "Todos los dioses de las gentes son demonios" (Salmo 95, 5).

La Iglesia oficial hace el ecumenismo con protestantes, judíos y musulmanes. Protestantes para los cuales no es cierta aquélla frase de Jesucristo: "Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia" (Mt. 16, 18); musulmanes que odian a la Santísima Trinidad negando aquello de San Juan: "Porque son tres los que dan testimonio en el Cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo, y los Tres son Uno" (1 Jn. 7, 20).

El ecumenismo es la mentira más dañina porque viene de aquellos que deberían ser los más veraces: el clero.

El clero actual de la Iglesia oficial bendice el ecumenismo herético, lo predica y lo practica, lo impone a las almas como una obligación de consciencia = no es posible ser católico si no se es ecumenista.

Los pastores son los lobos y los médicos los asesinos de las almas.

Como dijera San Pablo, hablando de los paganos, eso diría hoy de los eclesiásticos: Cambiando la verdad de Dios por el error, dieron culto y sirvieron a .la creatura más que al Creador" (Rom. 1, 25).

"Santifícalos en la Verdad" Jn. 17, 17).

Esta es nuestra obligación, decir, enseñar, predicar la Verdad, la única que puede salvar a los hombres. Como dice el Pontifical Romano: "Todo lo que no pertenece a la Fe es herético y es cismático". No hacerlo es negar a Jesucristo, es ayudar a que las almas se condenen.

Pidamos a Dios lo que pedía San Pablo: "Dejando la mentira, decid la verdad". "Deponentes mendacium, loquimini veritatem" (Ef. 4, 25).


(Mons. Morello, Mentir con Permiso Eclesiástico)


S.S.León XIII en la Encíclica "Diuturnum illud" del 26 de junio de 1881: "Una sola causa tienen los hombres para no obedecer, y es, cuando se les pide algo que repugne abiertamente al derecho natural o divino... Es tan ilícito el mandarlas como el hacerlas. Si, pues, aconteciere que alguien fuere obligado a elegir una de dos cosas, a saber, o despreciar los mandatos de Dios o los de los príncipes, se debe obedecer a Jesucristo que manda -Dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios- y a ejemplo de los Apóstoles responder animosamente: -Conviene obedecer a Dios antes que a los hombres Su autoridad es nula donde no hay justicia" (Encíclica "Diuturnum illud", n, 9).