miércoles, 17 de febrero de 2010

Miércoles de Ceniza


“El uso litúrgico de la ceniza el miércoles de Quinquagésima, no parece haberse dado en los comienzos a todos los fieles, sino tan solo a los culpables de los pecados cometidos a la penitencia pública de la Iglesia. Antes de la misa se presentaban en el templo donde todo el pueblo se hallaba congregado. Los sacerdotes oían la confesión de sus pecados, y después los cubrían de cilicios y derramaban ceniza en sus cabezas. Después de esta ceremonia clero y pueblo se postraban en tierra y rezaban en voz alta los siete salmos penitenciales. Tenía lugar después la procesión en la que los penitentes iban descalzos; a la vuelta eran arrojados solemnemente de la Iglesia por el obispo que les decía: “Os arrojamos del recinto de la Iglesia por vuestros pecados y crímenes, como Adán, el primer hombre fue arrojado del paraíso por su desobediencia.” Cantaba a continuación el clero algunos responsorios sacados del Génesis, en los que se recordaban las palabras del Señor, que condenaban al hombre al sudor y al trabajo en esta tierra ya maldita. Cerraba enseguida las puertas de la Iglesia. Y los pecadores no debían pasar sus umbrales hasta volver Jueves Santo, a recibir con solemnidad la absolución.
Después del siglo XI empezó a caer en desuso la penitencia pública; en cambio, la costumbre de imponer la ceniza a todos los fieles este día, llegó a generalizarse y se ha clasificado entre las ceremonias esenciales de la Liturgia Romana. (No es fácil determinar la fecha exacta. Sólo sabemos que en el Concilio de Benevento en 1091, Urbano II la hizo obligatoria para todos los fieles. La ceremonia actual va detallada en los Ordines del siglo XII; las antífonas, responsorios y oraciones de la bendición de la ceniza, estaban ya en uso entre el siglo VIII y IX.). Antiguamente se acercaban descalzos a recibir este aviso de la nada del hombre, y aún en pleno siglo XII el mismo Papa salía de Santa Anastasia a Santa Sabina donde se celebraba la Estación y hacía el recorrido descalzo, lo mismo que los cardenales de su cortejo. La Iglesia ha cedido en esta severidad exterior, sin dejar de tener estima grande de los sentimientos que tan imponente rito debe producir en nuestras almas.
Como acabamos de insinuar, la Estación en Roma se celebra hoy en Santa Sabina, sobre el Monte Aventino. Bajo los auspicios de esta Santa Mártir se inicia la penitencia cuaresmal.
Empiezan las sagradas ceremonias por la bendición de la ceniza. Proceden de los ramos benditos el año anterior el domingo antes de Pascua. La bendición que reciben en este nuevo estado tiene por finalidad hacernos más dignos del misterio de contrición y humildad que ha significar.” (Dom Gueranguer, Año Litúrgico T. II).

Todo cristiano fervoroso debe presentarse con humildad y espíritu de penitencia a recibir la ceniza y a escuchar las graves palabras que pronuncia el sacerdote al imponerla: «Acuérdate, hombre, que eres polvo y al polvo has de volver». Los textos de la Misa están inspirados todos en esta idea de la penitencia. Dios es siempre misericordioso para con todos los que se convierten a Él. (Introito); pero importa rasgar los corazones más que los vestidos (Epístola). El que ayune generosamente, no por agradar a los hombres (Evangelio); el que reciba con la debida piedad las venerables solemnidades del ayuno (Oración), ese podrá cantar: «Te exaltaré, Señor, porque me recibiste y no alegraste a mis enemigos sobre mí. Clamé a Ti y me sanaste» (Ofertorio).

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